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Otra de cine. El complejo de Gunga Din
viernes, 18 de septiembre de 1998
Francisco Helguera Ramírez

Otra de cine:

"El complejo de Gunga Din"

Por largo tiempo, los británicos estuvieron convencidos de ser una raza nacida para gobernar y subyugar.

Su imperio, en el que nunca se ponía el sol (como en el de Carlos V), debía perdurar.

Consecuentemente, el trato que daban a los nativos de los países colonizados era paternal, pero de inferiores; responsable, pero haciendo énfasis en la subordinación.

En la India, por ejemplo, los puestos clave en el gobierno estaban en manos de británicos, las empresas fundamentales era británicas con funcionarios británicos en los lugares importantes.

La elite dirigente se reunía en lugares exclusivos como el " Bombay Yacht Club", en donde a los hindúes, con raras excepciones, se les permitía el acceso solo para servir.

Una frase de Rudyard Kipling resume la actitud convenientemente fatalista de algunos anglo-hindues (¡que eran bastantes, porque los sajones son racistas pero no fanáticos ! ) y aquellos admiradores de los británicos que consideraban inevitable la posición que cada quien ocupaba en esa sociedad:

" La responsabilidad de gobernar a la India fue puesta por el inescrutable destino sobre los hombros de la raza británica".

Afortunadamente, Mahatma Gandhi no se lo creyó.

Sin embargo, por años, esa firme creencia en la superioridad anglo sajona y en su destino manifiesto, fue sistemáticamente difundida por los medios de comunicación, especialmente por el cine. Los héroes de la película, guapos, gallardos, altos y distinguidos, luchaban denodadamente contra los sucios, morenos, harapientos y depravados nativos, que siempre andaban tratando de violar a la delicada heroína de ojos azules y blanquísima piel. ¡Que horror! ¿Verdad?.

¡Porque una cosa es que estas virginales güeras pesquen su lanchero en Acapulco y otra que se las lleven los horribles guerrilleros!

¿Tiene Ud. la suficiente edad para acordarse de esas películas? . "Las cuatro plumas", "La carga de los trescientos" , "Los Lanceros de Bengala", etc. etc. ¡ Y "Gunga Din" !. En todas estas películas, por supuesto había nativos "buenos" ( tontos, pero buenos ),que entendían cual era su lugar y se mantenían a la respetuosa distancia que les correspondía.

Pero el lugar de honor de estos personajes, lo ocupa sin duda Gunga Din, el aguador nativo de las tropas coloniales, de patético servilismo, cuya máxima ambición era ser considerado "uno de ellos". El personaje era moreno obscuro, delgado, bajito, de nariz ganchuda.

Gunga Din muere heroicamente, tocando la trompeta para prevenir a los blancos de una emboscada, en una escena que Peter Sellers satiriza genialmente en "La fiesta inolvidable". Por supuesto, después de su deceso, Gunga Din es póstumamente declarado "de los de acá".

Sucede que se están filmando nuevas versiones de estas clásicas películas sobre el romántico colonialismo del siglo XIX. Sólo que actualizadas; ya no son Lanceros de la Reina, son banqueros de Nueva York. Ya no son heroicos soldados del imperio, son denodados miembros de la DEA. Ya no son los británicos los del destino manifiesto, ahora son los norteamericanos. Pero eso sí, los que no cambian, son los harapientos, sucios y depravados nativos, a los que hay que relegar al lugar que les corresponde. Y por supuesto, los nativos buenos, serviciales, que saben el papel que juegan.

En la versión moderna de Gunga Din, este toca la trompeta para avisar de una devaluación que acecha a los blancos, para que estos puedan escapar. Están ya preparando el reparto y el papel de Gunga Din es el más codiciado... A ver a quien se lo adjudican; hay muchos aspirantes que dan el tipo...Claro, en la versión moderna no hay homenajes póstumos; el reconocimiento sería en vida.

De color bien, pero no flota.

Cuando algunos dimos voces de alerta sobre la apertura irrestricta del sistema financiero, los apologistas de la apertura, los serviciales Gunga Dines de la época, repetían una y mil veces su estribillo ( "slogan" , para los neo clásicos ). "capital para el desarrollo".

Sólo que por las reglas del juego, también vino dinero especulativo, cuya principal característica es su volatilidad. El mercado ya no se rige por análisis fundamental, el que se hace a partir de los hechos contables de una empresa; se rige por análisis técnico, por las fuerzas del mercado. Por contagio, por globalización, lo que rige la conducta del mercado, son las decisiones viscerales del inversionista de otros países, para quien no cuentan las condiciones de las empresas, sino la información casi siempre distorsionada o mal intencionada que se le proporciona. ( o distorsionada y mal intencionada )

Contribuyen y no poco, a la desinformación, los informadores: dicen, por ejemplo "...las empresas que experimentaron pérdidas hoy..." . Sucede que las empresas no sufrieron pérdidas. Ni subieron o bajaron de valor, lo que modificó su precio son las acciones de estas empresas en el mercado. Y así como antes balances, estados de perdidas y ganancias etc. eran determinantes en la mayor o menor oferta o demanda de los títulos, ahora la visión limitada, la supina ignorancia de los inversionistas en una ciudad lejana y la noticia de una confusa rebelión de algún sinvergüenza en algún país cálido son las razones para ventas de pánico o compras eufóricas, ninguna de las dos justificada.

Porque el inversionista tiene por lo general el dinero pero no la cultura. Para los "cultos" franceses de fines de siglo, la calificación despectiva de México, Marruecos, España, Argentina, etc. etc. era : "Pays Chaud..." país caliente. Así, todos en un mismo paquete. Y para el inversionista norteamericano actual, el concepto de un país lejano como México, del que le llegan las noticias de Marcos, de los asaltos en las calles, de la corrupción pregonada, de contaminación exagerada, de narcotraficantes y secuestradores, es distorsionado y confuso. Palmeras, comida picante, agua contaminada, y "señorritass". Está dispuesto a sacar todo el provecho que pueda mientras se sienta seguro, pero está dispuesto a salir corriendo en cuanto lo motiven a hacerlo. Las decisiones las toma globales. Para él, Venezuela, Brasil y México son lo mismo. Caracas es un suburbio de Lima y todos usamos sombreros cordobeses con bolitas de pasamanería...

A esta clase de inversionistas, les han vendido la idea de su superioridad, de su destino manifiesto, y ellos la han comprado con complacencia. Masificados y desinformados, se moverán como escuelas de peces, al unísono pero sin sentido, sensibles a cualquier señal de alarma pero sin análisis ni raciocinio. Otros sacaran provecho de sus movimientos y los provocarán continuamente, sin escrúpulos. Esta clase de inversionista difícilmente califica como capitalista o promotor del desarrollo.

En el proceso de globalización, la banca ha sido enajenada a bancos extranjeros, las casas de bolsa no están en mejores condiciones y el número de desempleados del sistema financiero es espeluznante.

El desatino manifiesto.

Cuando empezaba la campaña para la firma del Tratado de Libre Comercio, fui invitado a un desayuno organizado por un excelente periódico de finanzas, en un excelente lugar, con oradores invitados para hablar "del reto del TLC".

Con insoportable fatuidad, con una actitud de superioridad condescendiente, una de las invitadas, norteamericana, hablaba de la necesidad de prepararse para competir...y tocó el tema de restoranes. Habló despectivamente de los meseros mexicanos, que "tendrán que mejorar su apariencia" ( ¡A ver como le hacen, porque ya no deben ser chaparros y panzones!), y "dar mejor servicio". Le preguntamos si había estado antes en México. No...¡ había llegado el día anterior...!

Me acordé de mis experiencias en Nueva York y en San Francisco, de meseros puertorriqueños que fingen no hablar español, que sirven de mala gana, arrojando los platos de mal modo sobre la mesa. Me acorde del ridículo episodio en uno de los restoranes más caros de Nueva York, en donde cambiar la guarnición de un filete fue motivo de consultas hasta la dirección general... ( yo pedía puré de papa en vez de rodajas de cebolla, a la que soy alérgico ). Y los comparé con la tradición de soberbio servicio de Prendes o Bellinghausen, Mauna Loa, La Cava, Los Guajolotes o San Ángel Inn y tantos otros.

No resistí a la estúpida conferencista y me salí del salón para no decirle alguna inconveniencia, porque en ultima instancia, los mal educados son ellos, no nosotros.