El señor Jim Turk y su esposa Margaret son mis amigos desde hace cuarenta años; mi esposa y yo los conocimos cuando yo formaba parte de un círculo internacional de personas a quienes nos interesaba entender lo que estaba sucediendo en el mundo financiero y monetario.
En 1991, recibimos una visita de los señores Turk a nuestra casa en Las Brisas, de Acapulco, que habíamos adquirido pocos meses antes.
En esa ocasión, el señor Turk me explicó su intención de formar una compañía internacional que funcionaría como almacenadora de oro para clientes internacionales, y al mismo tiempo gestionaría para esos clientes la compra o venta de oro, según sus instrucciones. Después de explicarme su proyecto, el señor Turk me ofreció la oportunidad de participar en la creación de esta compañía, mediante una inversión de $100 mil dólares, de mi parte.
Agradecí mucho la invitación al señor Turk, pero no la acepté, y hasta la fecha ni mi esposa ni yo tenemos ninguna participación accionaria en la empresa.
La empresa se llama 'Goldmoney', hoy propiedad de varios accionistas y del accionista fundador, el señor James 'Jim' Turk.
Creo que es correcto afirmar que Goldmoney no es un banco, porque no toma depósitos ni hace préstamos. Se limita a dos actividades: 1) almacenar metales preciosos (oro, plata, platino y paladio) propiedad de sus clientes, a quienes cobra una modesta cuota por almacenamiento, y 2) comparar y vender estos metales, por instrucciones de sus clientes.
Las oficinas de Goldmoney están ubicadas en lugares del mundo que son poco susceptibles a la intervención gubernamental, y sus bodegas están repartidas en ubicaciones secretas y ultra seguras, distintas a las sedes de sus oficinas administrativas. Todo esto, con el fin de ofrecerle a los inversionistas la máxima seguridad de que su metal está protegido contra gobiernos metiches y contra ladrones.
Goldmoney está completamente integrada a los sistemas electrónicos de comunicación mundiales de Internet, y ofrece a sus clientes tres tipos de tarjetas de débito que están ligadas a sus cuentas de inversión en metales. Gracias a estas tarjetas, los inversionistas pueden utilizar sus inversiones para tomarse un café en Buenos Aires, Argentina, o para comprarse un 'Mercedes', en Frankfurt, Alemania. Los pagos con la tarjeta de débito de Goldmoney implican la venta de oro propiedad del cliente, que se realiza automáticamente por medios electrónicos. Por otra parte, si el cliente desea adquirir más metal precioso, remite fondos a Goldmoney y éste se encarga de comprarlo el mercado y sumar esa cantidad a su propiedad.
Hoy en día, Goldmoney almacena una enorme cantidad de oro de sus clientes y el proyecto del señor Turk se ha convertido en una magnífica realidad. 'Congratulations, Jim!'
Para aquellos que buscan una alternativa segura para invertir sus ahorros y su patrimonio, con perspectivas de buen rendimiento a futuro, y que además sea una inversión que goce de liquidez total, recomiendo sin reservas Goldmoney, cuyo sitio electrónico es www.goldmoney.com. Ahí podrán obtener toda la información necesaria sobre la empresa y su operación.