México: Mirarse en el espejo de Argentina

miércoles, 18 de julio de 2001

Francisco Helguera Ramírez

A Wolf Rubinskis (QEPD)

En realidad, Argentina tiene muchos otros motivos para llorar, además de la muerte hace muchos años ya de Eva Perón.

Hace unos días Ciro di Constanzo, en el programa de Pedro Ferriz de Con, entrevistó telefónicamente a la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo. Con explicable amargura, esta mujer dio una pesimista visión de la Argentina actual, con escepticismo justificado, en relación con que se haga justicia en el caso del repugnante Angel de la Muerte, y terminando con dos preguntas inquietantes: "¿quién gobierna Argentina? ¿Estados Unidos, a través del Fondo Monetario Internacional?".

¿Exagerada por el dolor de una hija asesinada? No creo. Fría, objetivamente, la situación de Argentina se ve mal. Un pueblo tan rico intelectualmente, racialmente tan afortunado, sin problemas de sobrepoblación, cuna de artistas, actores, poetas, escritores y atletas notables, poseedor de extensas llanuras ideales para la ganadería y la agricultura, importante proveedor de carne para Europa, con una gran industria editorial, un país que aparentemente lo tiene todo para ser autosuficiente y rico, hoy, va de crisis en crisis, de miseria en miseria. Argentina merece mejor suerte.

¿Qué le ha pasado? Por alguna maldición terrible, tara genética o conspiración perversa, América Latina ha padecido una patética serie de gobernantes terribles que se me vienen a la mente como una avalancha: Antonio López de Santa Anna, Juan Manuel de Rosas, Jorge Rafael Videla, Juan Domingo Perón, Rafael Leónidas Trujillo, Jorge Ubico, Anastasio Somoza, Fulgencio Batista, Alfredo Stroessner, Getulio Vargas, Augusto Pinochet y los del nuevo modelo: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Carlos Menem, Alberto Fujimori o el inverosímil ecuatoriano Abdalá Jaime Bucaram.

En el caso de Argentina, actos de gobierno como la insensata guerra de Las Malvinas, o la guerra sucia y la no menos perjudicial dolarización organizada por Cavallo y Menem al imponer la Caja de Conversión, han arrastrado a los argentinos a dolorosos problemas, a desempleo e inmerecida miseria. La dolarización no fue la solución.

La emisión irresponsable de moneda sin respaldo aparece casi siempre como causa fundamental. Moneda de baja calidad ha sido el común denominador. Resultado: endeudamiento y, su colofón, enajenación de bienes patrimoniales. Bretton Woods abrió la caja de Pandora. Hay que revisarlo.

Pero los mexicanos no aprendemos del ejemplo y actuamos como si estuviéramos vacunados. ¡A México no le puede pasar…! Vemos lo que sucede en Argentina y nos compadecemos de ello. ¡Pobres ches…!

Algunos desaprensivos llaman trasnochada a la soberanía, proponen la globalización y la dolarización como soluciones ideales. El sentido común aconsejaría prudencia. Algunas voces aisladas, como la de don Jesús Silva Herzog se alzan para advertir el peligro.