¿Qué mató a la Argentina?
La economía argentina se ha colapsado y reina el caos social y financiero. Consta en estas páginas, que nosotros pronosticamos hace mucho que así terminaría la “Caja de Conversión”, que ligaba el peso argentino con el dólar con una paridad de 1:1.
Leemos artículos sobre este fracaso, pero ninguno de ellos enfoca la atención a la verdadera y fundamental causa del desastre argentino. Hacer eso resulta alarmante, porque lo que ha destruido a la Argentina, es la misma causa que opera en todo el mundo – excepción hecha, quizás, de Europa – y esta circunstancia, no la puede señalar ningún analista que quiera retener su empleo.
El destino de la Argentina fue determinado por las deliberaciones de John Maynard Keynes y Harry Dexter White, al redactar ellos el Convenio de Bretton Woods en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. En dicho convenio, incorporaron lo que posteriormente el General Charles De Gaulle calificaría como un “privilegio exorbitante”: el derecho, concedido a los Estados Unidos victoriosos, de que sus dólares fuesen considerados como equivalentes al oro en las reservas de los Bancos Centrales de todo el mundo, en la pos-guerra.
Como han de saber la mayoría de los lectores, ese Convenio de Bretton Woods fue violado por el Presidente Richard Nixon el 15 de agosto de 1971, cuando decretó el cierre de la “ventana del oro”, y Estados Unidos se rehusó a seguir redimiendo dólares en poder de los Bancos Centrales del resto del mundo a cambio de oro, a ningún precio.
Ya que el dólar quedaba libre de toda obligación de ser redimido por oro, a partir de 1971 los Estados Unidos pudieron expandir el crédito, creado de la nada por su sistema bancario, y esta expansión del crédito dio por resultado condiciones que reforzaron en la mente de los americanos la convicción de que son superiores en muchas cosas, al resto del mundo, especialmente a América Latina.
Pasaron los años, el crédito no tuvo límite y esto dio por resultado que el público americano tuvo más y más dinero. Los americanos se lanzaron a comprar todo lo que se les antojara en el mundo, y remitieron en pago de esas compras sus dólares todopoderosos, a tal grado que solamente en el año 2001, dejaron en manos de los proveedores extranjeros de bienes y servicios unos $400 mil millones de dólares.
Lo que pasa inadvertido es que este “privilegio exorbitante”, el enriquecimiento de los Estados Unidos con el excedente de mercancías y servicios recibidos, por encima de las entregadas por los americanos, con valor de $400 mil millones de dólares cada año, es la contrapartida del “empobrecimiento exorbitante” del resto del mundo.
Es indispensable caer en la cuenta de que el déficit comercial de los Estados Unidos, de $400 mil millones de dólares anuales, es en realidad un impuesto al mundo entero, pagadero a los Estados Unidos.
Las importaciones que efectúan los americanos no se pagan, en realidad, con los dólares que envían al extranjero. Estos dólares – en papeles o en campos magnéticos de computadoras – no son más que vales. Las importaciones americanas sólo se pagarían con la exportación americana de bienes y servicios. Puesto que los Estados Unidos no tienen la menor intención de llegar a pagar con exportaciones de bienes y servicios, las importaciones pasadas y presentes, y hacer regresar a Estados Unidos la cantidad inmensa de dólares-vales enviados al extranjero a través de décadas de déficits comerciales acumulados, este déficit comercial viene a ser, de hecho, un impuesto anual cobrado al resto del mundo. La suma de los impuestos cobrados así al mundo, es inmensa. Una medida de la magnitud de esos impuestos, mas no una medida completa, se refleja en los saldos de reservas de Bancos Centrales del mundo, misma que hemos presentado gráficamente en nuestro artículo “¿Por Qué Están Tan Contentos los Americanos?”
Dichas reservas - mayoritariamente en dólares - han crecido enormemente desde 1971.
Esto es lo que realmente mató a la Argentina: la tributación americana a través del sistema monetario internacional, que le permite a los Estados Unidos comprar cosas, sin pagarlas con otras cosas.
El proceso de enriquecer a los Estados Unidos a través de esta exacción de tributo – es la palabra correcta – se refleja en un correspondiente empobrecimiento del resto del mundo.
Algunos países, debido a varios factores particulares, pueden pagar el tributo. Japón ha sido un gran pagador de tributo: son dueños de $400 mil millones de dólares de reservas en su Banco Central, que es la medida de su capacidad para pagar tributo.
Otros países, no tienen la habilidad necesaria para pagar el tributo. Se les descomponen las cosas, y se van a la bancarrota. Tal es el caso de la Argentina. Sí, ha habido corrupción, malos manejos, ineptitud política, dispendios, mal gobierno, todo eso. Pero no estriba ni en alguna de estas causas, ni en todas juntas, la razón fundamental de la bancarrota. Nótese que toda la culpa se le carga a la Argentina. Nadie menciona la naturaleza del sistema monetario internacional. De hecho, Argentina es el perdedor del momento, en una situación injusta, que radica en la obligación de entregar tributo a los Estados Unidos para poder mantener sus reservas monetarias. El mundo se va empobreciendo progresivamente; hoy le toca a uno, mañana a otro caer en bancarrota. Hoy ha sido Argentina.
La “Caja de Conversión”
Se pensó que el problema de Argentina, era su incapacidad para limitarse a sí misma en la emisión de billetes. Solución: establecer la Caja de Conversión. Por un tiempo parecía que daba resultado. Nosotros dijimos lo que sucedería, y sucedió. Argentina se quiso disciplinar a los requisitos de la Caja de Conversión. Sobrevino el desempleo, la baja en recaudación fiscal, el endeudamiento con el extranjero para suplir el déficit fiscal, el estancamiento de la economía y – el golpe mortal - la caída de exportaciones. Se tuvo que llegar al caos para comprender que el dólar es magnífico para el país que fabrica dólares, los Estados Unidos, pero nefasto para quienes quieren usar dólares como su moneda, pero tienen que obtenerlos mediante exportaciones de su riqueza.
Pocos, como nosotros, han identificado el problema fundamental, que origina en el sistema monetario internacional.
El Euro
La verdad de lo que decimos queda demostrada por el hecho que los europeos han creado el euro como dinero, para un bloque de doce naciones europeas. Estas naciones bien comprendieron las realidades, y llegaron a la conclusión que aunque no se quieren mucho entre ellos, les disgusta aún más, pagar tributo a los americanos.
Así es que Europa se propone conseguir su lugar en el jugoso negocio que ha sido, hasta ahora, el “privilegio exorbitante” de los americanos, y echan a circular su propia moneda, con la esperanza de que también ella sea aceptada en todo el mundo, como lo es el dólar.
La creación del euro no se hizo por razones humanitarias. Lo que Europa desea, es poder también ella, participar en el negocio de cobrar impuestos al mundo, hasta ahora monopolio del dólar americano, al lograr que también su moneda, sea "moneda de reserva". Europa también, desea poder comprar cosas sin pagarlas con otras cosas, sino simplemente entregando euros a los vendedores. Cuando menos, hasta ahora, tal parece ser uno de los objetivos.
Para Colmo de los Males
A veces las cosas no se identifican, simplemente se sienten. Al ver los argentinos más pudientes que su país está embarcado en una aventura cuyo desenlace favorable es dudoso, hacen lo mismo que millones de personas de otros países del mundo: sacan dinero de su país, y lo envían a donde creen que estará más seguro.
Se suma así, a la tributación involuntaria que impone el sistema de reservas indispensables de dólares en los Bancos Centrales, otra tributación voluntaria: la fuga de divisas, que es tributación voluntaria porque no se usan esas divisas para comprar bienes y llevarlos a Argentina; no se convierten los papeles americanos en riqueza real y tangible embarcada con destino a la Argentina.
La verdad es que las importaciones enriquecen; representan la cobranza de lo exportado. Las exportaciones empobrecen, son el pago de la importación. El provecho no radica en generar superávit de dólares-vales, sino en que se exporte lo que tenga menos utilidad para los argentinos, y se importe lo que tenga mayor utilidad para ellos.
La idea que es testimonio de éxito productivo que una nación tenga un enorme saldo en reservas de dólares en su Banco Central, es una falacia propalada por los economistas del "Establishment" americano, y una versión moderna del Mercantilismo del Siglo XVIII.
Si Argentina contara con una moneda de valor intrínseco, de oro o de plata, o de ambos metales, y sobre esta moneda se erigiera su sistema financiero, mataría de golpe la manifestación argentina de los dos problemas que asfixian al mundo: el empobrecimiento debido a la necesidad de contar con reservas en dólares, y las eternas fugas de divisas causadas por mala moneda y mal sistema financiero basado en mala moneda.
El Médico Que Mata
El país se empobrece – hablamos de Argentina, pero es el mismo caso en todas partes del mundo - porque lo sangran sus exportaciones de riqueza a Estados Unidos hechas a cambio de papeles, que son indispensables en el nefasto sistema monetario internacional.
La moneda propia no tiene valor intrínseco, es moneda fiat, moneda por decreto. Los inteligentes no confían en ella y hay fuga de divisas hacia el dólar, que también es moneda sin valor intrínseco, pero cuando menos, del país que cobra el tributo, no del que lo paga.
Las dos cosas juntas, crean una crisis. Interviene el médico, el F.M.I. “Te haremos un préstamo, te vamos a hacer una transfusión de sangre." Responde la Argentina, “¡Gracias, doctorcito! ¡Ya verá, ahora sí, me voy a componer!”
El préstamo, la transfusión, resulta de pésimas consecuencias. Agrava el problema de conseguir dólares por exportaciones, para pagar el préstamo y sus intereses. Habrá que bajar sueldos, habrá que recortar personal, habrá que recortar servicios públicos, habrá que rematar recursos naturales. Hay que empobrecerse más, para alcanzar la prosperidad evanescente. “A la riqueza por la pobreza.” No lo dijo George Orwell, pero es nuestra realidad orwelliana.
Más Argentinas.
Habrá más Argentinas. “Contagio”, se le llama. La exacción de tributo al mundo podrá continuar largo tiempo. Quizás no termine sino hasta que el mundo entero quede exánime por la sangre que se le ha chupado, y se retraigan las naciones detrás del proteccionismo y la dictadura, para impedir que sus pueblos se vuelquen en revoluciones sangrientas motivadas por la furia, la frustración y el deseo de venganza.
Un mundo equitativo y estable no podrá nacer, hasta que el oro recupere su papel como el dinero del mundo. Quizás deberíamos ser más modestos y decir, “un mundo que se aproxime a la equidad y la estabilidad” ya que, dada la naturaleza humana, siempre habrá seres que se aprovechen de otros. Además, ni el oro es una moneda perfecta – algunos países cuentan con minas de oro, otros no. Alguien ha dicho: ‘la vida no es pareja’.
Es verdad, el oro no es el dinero perfecto, pero es lo que más se le aproxima.
¿Qué mató a la Argentina? En resumen, un sistema monetario mundial que le dio la espalda al oro. Bajo el sistema anterior de hace cien años, el Patrón Oro, había un mínimo de explotación. El oro sólo se movía de un país a otro, en cantidades mínimas, para cancelar las diferencias transitorias en los valores de mercancías y servicios que se intercambiaban en el comercio internacional. No se conocía, en absoluto, eso de “déficit crónico en la balanza de pagos”. O había oro para pagar, o no había comercio. Los desequilibrios se subsanaban de inmediato, antes de causar daño. Ningún país podía darse el lujo de hacer malas inversiones, década tras década, como hoy se acostumbra. No existía un sistema de tributo a favor de un país, como hoy en día. La moneda en todo el mundo era el oro, indiscutiblemente, y los sistemas financieros se fundaban sobre oro. No había un motivo para la “fuga de divisas”, el coco financiero de nuestros tiempos. Las crisis financieras eran por lo tanto, algo excepcional, y no el pan de cada día, como hoy.
La Verdad Espantosa
Los “economistas” siempre van tras pistas falsas. Los problemas de la Argentina se atribuirán a la corrupción, a la ineptitud, a la mala política, a la mala administración, a la inestabilidad política, a la economía mundial en recesión – a todo lo que Ud. quiera, menos a la verdadera causa. ¿Para qué leer los periódicos?
Fue el tributo que se paga a los Estados Unidos a través del sistema monetario internacional, lo que mató a la Argentina. Esa es la verdad espantosa. El mundo entero (con la posible excepción por ahora de Europa, pues aún está por verse si se atreven a evadir el pago de tributo, al rechazar incrementos a sus reservas de dólares) está de cara al mismo destino que ha alcanzado a la Argentina. A medida que el mundo se empobrece día con día, otra Argentina se gesta. ¿Quién sigue?
Un cambio en el sistema monetario internacional, acarreará enorme sufrimiento. Si no hay cambio, habrá más Argentinas. ¿Acaso México, con su “peso fuerte”, es candidato?
El cambio traerá consigo un sufrimiento similar al que padeció Rusia cuando abandonó la planificación central soviética. Repentinamente, enormes carencias cayeron sobre gente inocente, cuyo mundo se disolvió. Ahora imaginemos el mundo entero envuelto en semejante catástrofe por reajuste.
Es imposible visualizar tal situación. Sin embargo, no hay más que una salida de este pantano: un retorno al oro y sólo el oro, como reservas de Bancos Centrales. No más “privilegios exorbitantes”. No más tributo mundial. Las naciones trabajan para su propia prosperidad, no para exportar su riqueza a los Estados Unidos, o a Europa, como sueñan los europeos.
Y esto, es lo que nadie quiere encarar, sea economista, analista o periodista. Es que nadie realmente quiere saber ¿Qué Mató a la Argentina? “Setenta años, ¡perdidos!” decian los rusos cuando cayó la Unión Soviética. Veámonos en el espejo, porque nos espera una desilusión muy semejante.