En materia monetaria, México ha seguido el modelo establecido en la Roma Imperial, hace 2,000 años.
A los emperadores romanos les faltó efectivo con qué pagar los gastos del imperio. Tuvieron que pagar los gastos de la burocracia; de alimentar a la población de Roma con trigo gratuito traído desde Egipto; de pagar juegos para divertir al populacho romano revoltoso y de pagar los sueldos de los ejércitos que mantenían para detener a los bárbaros invasores. Los impuestos no bastaron y recurrieron al único expediente que tenían – reducir el contenido de plata de su moneda. Las últimas monedas de plata romanas, se emitieron con el ingenioso uso de plata para simplemente “platear” las monedas, que al tallarse “enseñaban el cobre”.
Nuestra historia mexicana exhibe paralelos interesantes.
Durante la época de Don Porfirio, nuestra moneda no había sufrido alteración en ¡varios siglos! El peso de la plata en el peso porfiriano fue de 24.44 gramos, mismo que tuvo con anterioridad, la moneda de a “Ocho Reales”. El peso porfiriano conservó toda la plata que tuvo nuestra moneda por siglos durante la Colonia.
Con la Revolución de 1910, se inició en México la aplicación de la técnica monetaria del Imperio Romano.
En 1918 el Presidente Don Venustiano Carranza emitió un nuevo peso que tuvo sólo 14.5 gramos de plata – era después de todo, revolucionario y las revoluciones tradicionalmente deprecian la moneda para pagar sus gastos.
Pero resultó que acuñar pesos con 14.5 gramos requería demasiada plata para pagar gastos, así que en 1920 se emitió el “Peso 0.720” que contenía 12 gramos de plata. Este peso lo conservamos por 25 años.
La política romana prosiguió en los decenios que siguieron.
Para 1945, ya habíamos entrado en la Era del Papel Moneda. Se había emitido tanto billete – tanto en México como en el resto del mundo, a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial – que en esas fechas, la plata ya valía más que un peso y no se pudo seguir acuñando el Peso 0.720.
En 1947, para seguir teniendo “pesos con plata”, se redujo el contenido de plata, al estilo romano y el nuevo peso sólo tenía 7 gramos de plata. Este peso, duró sólo tres años, cuando le sucedió lo mismo que al Peso 0.720: la plata, por inflación, llegó a valer más que un peso, aunque eran sólo 7 gramos.
En 1950, de nuevo se redujo la plata del peso, a 4 gramos. Volvió a suceder lo mismo; este peso duró en circulación sólo cuatro años, hasta 1954.
En 1957, se volvió a emitir un nuevo peso con plata, pero con sólo 1.6 gramos. ¡Una migaja de plata! Duró 10 años en circulación, hasta que finalmente la combinación de inflación mundial con inflación nuestra (emisión de dinero de papel y creación de saldos bancarios) hicieron que subiera el precio en pesos de esta migaja de plata y resultó incosteable acuñar este peso: 1.6 gramos de plata valían más que un peso. Tal fue la historia del peso mexicano con plata.
En 1949 se había comenzado a acuñar una moneda que contenía una onza de plata pura (31.1 gramos), sin valor nominal: la “Onza de la Balanza”.
En 1979, nuestro Presidente en aquel entonces, Don José López Portillo, con excelente intuición política decretó que dicha “Onza de la Balanza” se usara como dinero, para lo cual el Banco de México habría de cotizar el valor diario de esa onza, en pesos. Se suponía que la cotización serviría para darle su valor como dinero.
Sin embargo, esta admirable intención de López Portillo no tuvo éxito, porque como el valor cotizado de la onza fluctuaba diariamente, esto dio lugar a pérdidas a cargo de los que usaron estas monedas como dinero. En vista de los problemas que originó su valor fluctuante, en 1981 se tuvo que abandonar el intento de usar la “Onza de la Balanza” como dinero: hasta hoy, es una mercancía valiosa, pero no es dinero.
Lamentablemente, la legislación de López Portillo omitió una disposición clave para convertir la “Onza de la Balanza” en dinero. Esa disposición es: que la última cotización del Banco de México, no pueda reducirse.
Si se hubiera incluido esta disposición en la legislación de López Portillo, hoy tendríamos en circulación, como dinero, en paralelo con el peso de papel, la famosa “Onza de la Balanza”. Tristeza da pensar, qué tan cerca estuvimos de alcanzar tan dichosa situación para los ahorradores del país, que tanto han padecido por las devaluaciones que se nos vinieron.
En 1982, se comenzó a acuñar la onza de plata “Libertad”, que ha sustituido a la “Onza de la Balanza”; La onza “Libertad” se sigue acuñando hasta la fecha.
Gracias a Don José López Portillo, que sufrió la saña de la opinión pública como ningún otro presidente a causa de errores y circunstancias adversas durante su sexenio, tenemos hoy la posibilidad de retomar su intención – netamente patriota y mexicana – de usar la plata como nuestro dinero una vez más.
Es imperativo para la defensa de la nacionalidad en los tiempos duros que se nos vienen, que el Congreso y nuestro Presidente electo aprueben legislación muy sencilla para que se cumpla la intención de López Portillo de que nuestra plata sea dinero: que la onza “Libertad” sea cotizada por el Banco de México y que tal cotización no pueda reducirse una vez establecida.
Es lo único que necesitamos hacer, para que los mexicanos recuperemos la plata como dinero, una tradición nuestra que se remonta ¡casi cinco siglos!
Anexamos una gráfica que ilustra el sistema romano de reducir el contenido de plata, en nuestro peso.