Asociación Cívica Mexicana Pro Plata A.C.
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Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

Precio Onza Libertad Fuente: Banco Azteca, Institución de Banca Múltiple.
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El puente de plata
martes, 15 de mayo de 2007
Hugo Salinas Price

La esencia del proyecto para monetizar la onza de plata pura “Libertad”, y lo que constituye su originalidad, es que construye un puente entre el dinero real, como el que existió en el mundo hasta 1914, y el dinero ficticio o “fiat” -dinero por decreto- que es el que se usa universalmente en el mundo de hoy.

Desde la más remota antigüedad, las sumas de dinero se calculaban en base al peso de las monedas de oro o plata con que se hacían las transacciones comerciales. No era un número u otro signo grabado lo que representaba el valor de dicho dinero, sino su peso y su pureza o Ley.

Por esta razón, en las mesas de los cambistas que trabajaban en los centros comerciales regionales era indispensable la balanza, para determinar el peso y por lo tanto, el valor de las monedas que se deseaban cambiar. Las monedas llevaban grabadas signos que indicaban su origen; estos signos eran importantes porque no todas las monedas eran de pureza igualmente confiable. A través de nueve siglos, el bezant acuñado en Constantinopla, mantuvo incólume su pureza, y por esta razón fue la moneda de oro de más prestigio y mayor aceptación en toda Europa y en lejanas regiones hacia el este.

Todas las instituciones humanas atraviesan ciclos, tanto de avance como de retroceso. La institución de la moneda no ha sido excepción. En los años anteriores a la Primera Guerra Mundial llegó a su máxima perfección la teoría y práctica monetaria; el mundo había aceptado universalmente la doctrina que la moneda, para desempeñar su función civilizadora, debe tener un contenido de metal precioso, de peso y pureza uniforme e invariable.

Al momento de llegar a su perfección, o casi perfección, se inició la decadencia de la teoría monetaria, al punto que hoy en día vive el mundo al borde de un caos. Hoy, ni una sola moneda del mundo tiene un contenido valioso; carecen de valor intrínseco alguno todas las ciento ochenta monedas en uso en el mundo de hoy.

Hoy, la medida de valor de una moneda o de un billete, o de un depósito en un banco, es simplemente un número. Ese número no se refiere a una cantidad de algo; es un valor imaginario que se utiliza para hacer transacciones.

En México, tenemos monedas de plata, como la onza de plata pura “Libertad”. Estas monedas de plata no llevan un valor numérico. Son valiosas y la gente las guarda por esa razón, pero no son dinero, porque hoy en día lo que cuenta para que una moneda o un billete sea dinero, es que ostente un número. Los depósitos bancarios –dinero ficticio y además, invisible- tienen que ser cuantificables por medio de un número.

Hoy, sin número, la onza de plata no puede ser dinero. En otras épocas, cuando lo que contaba para calcular el valor de una moneda era el peso y la Ley de la moneda, la onza de plata hubiera sido indudablemente dinero. Sin embargo, esas no son las condiciones de hoy. Hoy, para que una pieza de metal precioso tenga uso como dinero, necesita contar con un número que indique su valor en el comercio.

En 1979 el presidente de México, José López Portillo, intentó monetizar la onza de plata, que en su período presidencial era la onza de plata conocida como la “Onza de la Balanza”. Para hacer esto, había que atribuirle un número que indicara su valor. Se resolvió que el Banco de México determinara ese número, tomando como base la cotización de la onza de plata en el mercado internacional de metales.

Este plan fracasó en 1981, a los dos años de haberse iniciado, porque el valor numérico atribuido a la onza variaba de día a día; en efecto, la Onza de la Balanza no había sido monetizada; seguía siendo una mercancía y fluctuaba su valor, de acuerdo al precio de la mercancía.

Todas las monedas y billetes de todos los países de hoy, ostentan valores numéricos que no pueden reducirse.

El fracaso del plan de José López Portillo se debió a que no se percibió la necesidad de que el valor atribuido a la onza por el Banco de México, no fuera susceptible de reducción: para que la onza se convierta en dinero, el valor nominal de la onza de plata, su valor numérico, no deberá reducirse jamás. Sólo así, la plata deja de ser mercancía y se vuelve dinero junto con la masa de monedas, billetes y depósitos bancarios que carecen de valor intrínseco.

Es inmaterial que ese valor nominal numérico no esté grabado en la moneda. Es más, es necesario que no esté grabado, porque el valor de la plata ha permanecido en ascenso mundialmente, a la par con el incremento en monto del dinero ficticio que hoy se usa en todo el mundo. Cualquier número grabado en una onza de plata, que representara su valor, sería superado a través del tiempo, por la inexorable depreciación del valor del dinero ficticio. Ésta ha sido la historia de nuestras monedas de plata: una y otra vez, al llegar el momento en que el valor grabado en la moneda resultó ser inferior al valor de la plata como mercancía, la plata dejó de ser dinero y se volvió una mercancía. Su valor grabado fue superado por el precio obtenible en la fundición.

El puente entre el dinero ficticio que circula en el mundo de hoy, y el dinero real de contenido de metal precioso, en esto consiste: un valor nominal, atribuido por la autoridad monetaria, que no puede reducirse, pero que sí puede reajustarse a la alza, de acuerdo con el alza en el valor intrínseco del metal precioso que contiene.

Es importante que se lleve a cabo la monetización de la onza de plata “Libertad” y que se construya ese puente entre el dinero ficticio o “fiat” y el dinero real, porque toda la experiencia histórica demuestra que las monedas “fiat” siguen un camino que invariablemente conduce a la pérdida total de valor de dichas monedas. Jamás una moneda “fiat” sin valor intrínseco ha podido perdurar. Las monedas de hoy, incluyendo las más prestigiadas, como el dólar, el euro, la libra esterlina o el yen japonés, no serán excepción. Las estadísticas actuales confirman la experiencia histórica: todas las monedas van camino a la pérdida total de valor. Como ejemplo, desde 1930 se han eliminado 22 ceros de la moneda de la Argentina.

Aquí vemos la forma en que se incrementa el dinero en circulación, en todas partes del mundo, con el efecto de disminuir su poder adquisitivo:

Porcentajes de incremento anual en el circulante monetario*:

Zona del Euro:    +10%

Gran Bretaña (M4):    +13%

India (M3):    +20.3%

China (M2):    +17.2%                           

Australia (M3):     +13%

Corea del Sur (M3):    +11.3%

Nueva Zelanda (M3):     +18%

Japón (M3):     + 6%

Rusia (M3):      +49%

EE.UU. (M3)       +12% (Est.)

*Datos de John Embry, Sprott Asset Management, Toronto, Canadá.

Los datos de M3 de Estados Unidos, ya no los publica la Reserva Federal desde marzo 2006. Se piensa que la “Fed” desea ocultar lo que está sucediendo. Individuos particulares han hecho cálculos cuidadosos que hacen suponer que el incremento anual está en 12%.

La “bancarización total” en la que sueñan los dueños o administradores de los grandes bancos del mundo es una ilusión irrealizable y sumamente frágil. Aparte de la tendencia inevitable hacia la depreciación total de la moneda, está el hecho de que la bancarización total, mundial, integrada en una sola moneda mundial, como se sueña hoy en día, depende de que se mantenga la red de comunicaciones electrónica mundial que es, a la vez que altamente técnica, altamente costosa y altamente vulnerable en el caso de guerras o convulsiones sociales.

Por otra parte, si los Bancos Centrales nacionales en el curso de un siglo nos han llevado a una inflación mundial desbocada, es de pensarse que unidos en un solo gran Banco Mundial su poder nocivo será muchas veces peor. Representaría tal Banco una concentración absoluta de poder y conviene recordar las palabras del británico Lord Acton, que dijo: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.”

La estabilidad de la civilización depende de la estabilidad monetaria que la hace posible. La estabilidad no se halla en la complejidad, sino en la sencillez. Así como en otras épocas estaba de moda decir que “la Naturaleza aborrece el vacío”, podemos decir hoy que “la Naturaleza aborrece la complejidad”.

La bancarización que busca la tecnocracia es sumamente compleja, y carece de sustento real y duradero, porque la moneda que propone es ficticia. No nos traerá tranquilidad y satisfacción a los seres humanos, sino toda clase de vicisitudes, pues la bancarización se basa en una moneda ficticia que tiende a la pérdida inexorable de valor, lo cual trastorna gravemente la vida humana.

En apoyo a esto, recordemos que recientemente la OECD –la “Organización Europea para la Cooperación y el Desarrollo”– sentenció que “los gobiernos deben buscar satisfactores que incrementen la felicidad de sus pueblos, ya que la felicidad, según un estudio que se ha hecho, no es un resultado directo de mayor PIB– producto interno bruto” El estudio de la OECD reveló que los noruegos, con un ingreso per cápita de $35,000 dólares anuales, son menos felices que los mexicanos, con un ingreso per cápita de $10,000 dólares.

La monetización de la onza de plata, por medio del puente que se ha diseñado –el valor nominal que no puede reducirse, pero que puede reajustarse a la alza– es un retorno a la sencillez y a la realidad en materia económica. Su sencillez garantiza que las onzas de plata estarán en circulación y sirviendo a los seres humanos siglos después del colapso del dinero ficticio e inclusive hasta después de que hayan desaparecido todos los Bancos Centrales del mundo.

El sistema monetario que abarca el mundo entero se parece a un caballo desbocado que galopa hacia un precipicio. Fue en agosto de 1971, que este caballo tomó el freno del oro entre los dientes y comenzó a trotar alegremente. ¡Los políticos, banqueros y economistas estaban de pláceme!

A 36 años de aquel evento, no pasa un día sin que voces preocupadas nos adviertan que la carrera alocada de este caballo se ha vuelto una pesadilla y que el precipicio está ya muy cerca.

No faltan economistas y analistas financieros que están conscientes del peligro de un colapso económico causado por la expansión desenfrenada de crédito y de dinero ficticio en circulación,  pero se hacen cruces frente al problema de cómo reinsertar los metales preciosos en el sistema monetario mundial, para controlar esta carrera mortal.

Estos economistas y analistas financieros que son expertos en teoría e historia monetaria se topan invariablemente con un problema que no pueden resolver, porque su forma de pensar se los impide: a la moneda de metal precioso, la conciben con un valor numérico grabado. Vivimos en “la era del número” y estos expertos no han podido resolver el problema de que una moneda de metal precioso que incorpore un valor numérico ¡tendrá que salir de circulación tarde que temprano! La moneda de plata con valor grabado  resulta obsoleta en el mundo monetario de hoy.

El “puente de plata” que se ha diseñado, resuelve el problema en forma sorprendentemente sencilla: La primera parte del puente es que la moneda de metal precioso no debe tener un valor grabado. La segunda parte es que

la autoridad monetaria debe atribuirle a esa moneda,  un valor nominal numérico. Finalmente, la piedra angular que termina el puente es la disposición que el último valor nominal atribuido, no podrá disminuirse. Éste es el puente que convierte a la moneda de plata, en dinero que se instituirá permanentemente en circulación, al lado del dinero ficticio.

Se me preguntará: “La plata, en circulación en paralelo con el dinero ficticio ¿logrará frenar la carrera mundial al abismo financiero y monetario?”

No creo que se logre tal cosa. La desenfrenada expansión de crédito y de dinero de los últimos 36 años ha torcido las estructuras productivas de las naciones del mundo. El daño ha sido enorme y fundamental porque esas estructuras han respondido a grandes flujos de crédito y de dinero ficticio y por lo tanto, no están basadas en realidades económicas, sino en ilusiones que han confundido a los actores económicos. La información económica  (respecto al capital realmente acumulado y disponible en el mundo) que han aportado los flujos de crédito y de dinero, ha sido información falsa. Los hechos basados en esa información falsa no tienen remedio: más adelante se percibirán estos hechos como grandes errores.   

Sin embargo, la institución en México de la moneda de plata, puesta a circular en paralelo con el dinero ficticio, sin duda traerá consigo trascendentes efectos benéficos para nuestro país y esos efectos serán observados por el resto del mundo. La historia monetaria del mundo desde 1914 a la fecha, es la historia de un deterioro monetario mundial que no ha registrado un solo hecho positivo. Hasta ahora, en 2007, se ha presentado la posibilidad de que se dé un hecho positivo, con la institución en México de la moneda de plata, en circulación permanente al lado del dinero ficticio.

En un mundo cada día más preocupado y confundido, este hecho positivo va a reanimar a los economistas en todo el mundo a repensar lo que puede hacerse para paliar el desastre que se avecina. Cuando no se veía salida alguna, de pronto aparece un nuevo camino y una esperanza.

A México le puede tocar la gloria de ofrecer al mundo ese nuevo camino y esa nueva esperanza de cimentar la civilización sobre una base estable, justa y realista.