La “hiperinflación” es un fenómeno asociado con el papel dinero o dinero “fiat”, dinero falso sin valor intrínseco. Este dinero es producido por un sistema que lo crea por medio de la expansión de crédito.
La expansión de crédito cuando no es resultado de una previa expansión del ahorro real es simplemente la creación de crédito de la nada. Por esto, se inventó el término “inflación”, pues es como inflar con aire un estado financiero bancario: préstamos (activos) creados contra dinero prestado (pasivos del banco) que no es más que aire; de ahí, el término “inflación” – “inflar con aire” – el balance.
Nunca se dio una “hiperinflación” con dinero real – oro y plata.
Mientras el oro y la plata eran dinero, hubo a través de la historia expansiones de crédito efectuadas por los bancos que ya utilizaban papel dinero, PERO, redimible en metal, a la vista y al portador.
Así, hubo expansiones de crédito con efectos inflacionarios a través de la historia relativamente reciente – digamos desde el siglo XVII y XVIII.
Pero, dichas expansiones de crédito pronto llegaban a su límite y los bancos se veían en apuros para redimir sus pagarés; estos apuros, fueron las crisis bancarias que se conocieron – siempre de limitada duración y de efectos relativamente limitados. La necesidad de redimir en metálico el papel emitido por los bancos aseguraba que la expansión de crédito fuese limitada.
Para permitir que los bancos pudieran disfrutar de los beneficios (ilegítimos y antisociales) de expandir su crédito y lograr mayores utilidades, se inventaron los “Bancos Centrales”, cuyo propósito sería salvar a los bancos de las consecuencias de sus propias irregularidades. Si un banco se hallaba en aprietos, por expansión de crédito, se suponía que el Banco Central podría rescatar a ese banco.
Toda la idea de Banco Central estaba fundamentada en un tremendo error, el de que es factible expandir el crédito con aire – inflar – sin sufrir consecuencias ulteriores.
Se quería eliminar la consecuencia de una causa – lo cual es imposible.
La causa - inflar con expansión de crédito no sustentada en ahorro – finalmente exigió a tal grado una corrección, por medio de una contracción y liquidación del crédito previamente emitido en exceso del ahorro, que los EU finalmente “cerraron la ventana del oro” en 1971, precisamente para evitar tal contracción y liquidación.
La eliminación del obstáculo aparente – la falta de oro con que redimir los dólares emitidos, que habían migrado a manos de Bancos Centrales extranjeros – permitió a los EU entrar en desbocada creación de crédito. Un paraíso para los banqueros.
Pero, la Realidad no puede evadirse. El oro daba la señal de que se procedía sobre terreno falso. Quitar el oro, no alteró la Realidad.
Hoy, toda la estructura productiva del mundo está torcida y deformada y no corresponde a la Realidad económica subyacente.
Para mantener el crédito ya emitido – para evitar la quiebra y liquidación de los activos falsos de los bancos – se requiere de más y más crédito y la correspondiente creación de más “dinero” del lado del pasivo de los bancos.
La condición de la economía mundial puede asemejarse a un cáncer en grado avanzado, terminal. El cáncer, por “metástasis”, se halla extendido por todo el cuerpo productivo mundial. Es ya imposible diferenciar entre actividades productivas sanas y actividades malsanas. La eliminación de actividades malsanas, por medio de una corrección, es la “Depresión económica” tan temida. La Depresión venidera, afectará a todos.
La hiperinflación representa la última etapa del proceso inflacionario en la cual los bancos intentan mantener el funcionamiento de las actividades económicas - mal fundamentadas en la realidad - que nacieron con la expansión de crédito que efectuaron previamente los bancos.
La primera parte de la hiperinflación, en el pasado, se ha caracterizado por la aparición del “crack-up boom”. Éste es un auge aparente y lleno de optimismo. Posiblemente, EU está disfrutando de esta etapa transitoria.
Llega un punto en el proceso inflacionario, cuando paulatinamente el público decide que debe adquirir bienes tangibles líquidos, para proteger el valor de su dinero. Este proceso, una vez iniciado, acelera y los precios de dichos bienes comienzan a subir.
Algunas personas pueden invertir en acciones, como sustitutos de bienes tangibles. Por ejemplo, acciones de minas de oro y otros metales; acciones en compañías que venden productos siempre necesarios, como compañías farmacéuticas. La imaginación del público y de los que proveen consejo económico, examina todo el espectro accionario para buscar empresas que puedan ofrecer protección.
Así que, en la hiperinflación, puede ocurrir un auge accionario.
Sin embargo, la corrección económica que vendrá después de una deformación productiva tal y como ha sufrido el mundo, afectará en forma totalmente imprevisible a todas las empresas existentes.
Hacia el momento “orgásmico” en que la hiperinflación estalla en un espasmo final, los poseedores de dinero compran lo que sea, aunque lo necesiten o no, impulsados por el terror de perder todo el valor remanente de su dinero.
Este momento también es de “Depresión”, porque la hiperinflación destruye a empresas, ya sea porque sus flujos de ingresos no alcanzan a comprar los insumos necesarios o son insuficientes para liquidar pasivos contratados (con tasas de interés que se han ido por las nubes), ya sea porque se evaporan sus mercados, porque sus clientes ya no tienen poder adquisitivo, no obstante la creación de montañas de dinero nuevo.
En la etapa final de una hiperinflación, el dinero escasea. Los precios – las valuaciones colectivas de los particulares que forman el mercado, basadas en sus expectativas – se adelantan a la creación de dinero de tal forma que a pesar de que se ha inundado al público con dinero, no hay dinero suficiente.
El “no haber dinero suficiente” caracteríza a la Depresión o Deflación; sin embargo, sí llega a ocurrir en la hiperinflación.
La hiperinflación termina en un desastre general. Históricamente, no tenemos más que ejemplos de naciones que la han sufrido. Nunca se ha dado una hiperinflación mundial. Sin embargo, la estructura monetaria y crediticia de un mundo “globalizado” (a través de una moneda “fiat” que a la vez es la “moneda de reserva” de los Bancos Centrales del mundo) ha estado sufriendo un proceso inflacionario agudo. (Ver gráfica al final del artícullo).
En la Realidad, en “la Naturaleza de las Cosas”, no puede sostenerse en plan mundial, lo que ha conducido a desastre, siempre, en plan nacional. No sabemos exactamente, cuál será la secuencia de acontecimientos que desembocarán, finalmente, en el colapso económico y la Depresión Mundial.
Algún evento accidental quizás provoque un golpe de temor que desencadenará desconfianza en el valor sostenido del papel dinero y de los títulos de crédito. Ya vemos un alza notable en el valor de materias primas. Quizás tenga que ver, en parte, con la manifestación de esa desconfianza.
Esto podrá requerir que se abran las compuertas a la creación de dinero adicional, para apuntalar a empresas claves. A su vez, esta acción fomentará aún más el temor inicial. Una vez iniciada la carrera, será muy difícil frenarla.
Esto fue lo que hizo Paul A. Volcker, Gobernador de la Reserva Federal en 1979, cuando elevó las tasas de interés en EU en forma brutal para frenar la expansión de crédito. La acción que tomó, que fue de muy duras consecuencias para EU y para el mundo, reestableció la confianza en el dólar que ha durado hasta nuestros días, y que hoy está disipándose rápidamente.
Hoy, sería imposible tomar tal medida. El colapso económico mundial sobrevendría de inmediato, porque la cantidad de deuda que existe en el mundo es inconcebiblemente enorme y quebraría el mundo entero.
La Depresión y la Hiperinflación son, por lo tanto, nombres que damos a distintos efectos y momentos en un solo proceso: expansión de crédito. Son como las garras derecha e izquierda de un solo animal.
El refugio más seguro para los ahorros, frente a este animal, lo constituyen el oro y la plata. Pero en este mundo, no existe la seguridad absoluta.