El camino para América Latina
El historiador mexicano contemporáneo, José Fuentes Mares, nos hace ver que don Lucas Alamán, literato, historiador y político mexicano de principios del Siglo XIX, fue el único político mexicano con una capacidad intelectual al nivel de la de los fundadores de Estados Unidos.
En la época de nuestra independencia, se opuso a una estrecha unión comercial con Estados Unidos, porque veía que significaba la absorción de México por Estados Unidos. Prefería la unión económica con nuestros vecinos al sur, con quienes compartimos idioma, religión, historia y cultura.
Debido a su clarividencia, Alemán fue aislado políticamente por los intereses proamericanos que se movían ocultamente en nuestro país.
Hoy, nos hallamos en la precaria situación que previó genialmente Lucas Alamán. El Tratado de Libre Comercio tiene beneficios económicos, indudablemente, pero nos coloca en grave peligro de perder la nacionalidad, si no tomamos medidas complementarias.
Tanto las derechas como las izquierdas, en nuestro país, se percatan del peligro, pero no han caído en la cuenta de lo que es necesario hacer para contrarrestarlo. El nacionalismo izquierdista no cuenta con otro arsenal que el clásico marxismo y un deseo de retornar a las prácticas estatistas que tanto daño nos han hecho, y que en realidad nos han dejado postrados y a merced del vecino del norte. Este es el mismo caso en toda América Latina, incluso en los países hermanos que no han entrado en un Tratado de Libre Comercio. Ya sienten pasos sobre la azotea y su dolarización y consiguiente americanización parece inevitable. Un artículo en la revista Barrón's del 6 de enero de 1997, señala explícitamente que la política monetaria de Argentina ya depende de la Reserva Federal, y comenta la vulnerabilidad de Argentina a los movimientos de tasas de interés que pueda decretar la "Fed".
Ha propuesto la introducción paulatina y paralela de una moneda de plata, que circulara con base en su valor intrínseco, como base para una reforma monetaria y financiera en México, que permitiría nuestro progreso económico y la construcción de un sistema financiero propio, independiente de Estados Unidos, y que serviría para insertarnos en la economía mundial, ya que nuestra moneda de plata se calificaría como la mejor del mundo.
Ahora debo señalar que la misma reforma monetaria y financiera, con la misma moneda de plata, acuñada en cada país con los diversos símbolos nacionales de nuestras república hermanas de América Latina, serviría de magnífica base para la creación de un mercado común latinoamericano. Las monedas de los países de América Latina circularían con perfecta libertad y aceptabilidad, no importando su origen, en todos nuestros países. Las onzas mexicanas circularían en Argentina y Chile, y las de ellos, en nuestro México.
Una reforma monetaria latinoamericana es el único camino para nuestros hemisferio, y no la dolarización, y sólo así evitaremos que se cumpla el proyecto de Tomás Jefferson, que dijo, allá en tiempos de Lucas Alamán, que América Latina serviría como "incubadora para los polluelos aguiluchos de Estados Unidos, cuando hubiera Estados Unidos tomado suficiente fuerza, y eliminado la influencia de España en nuestros países ."
Sólo una moneda de valor intrínseco, como lo sería la moneda de plata, puede fungir como medio de cambio neutral, libre de peso político, y por lo tanto sólo tal moneda puede conducir a la armonía continental y a la creación de estructuras de crédito paralelas y armónicas, en nuestra América Latina. Y todo esto, sin entrar en conflicto con Estados Unidos, pues nuestro trato sería sobre la base de una igualdad basada en la alta calidad de nuestra moneda y la solidez de nuestra estructura financiera.
La alternativa terrible es la americanización cultural y económica de nuestro hemisferio, que nos ligaría a los vaivenes de la economía americana, y sobre todo, a la concentración absoluta del poder financiero -y político- en Nueva York y Washington.
No es posible ni deseable resistir la tendencia a la globalización de la economía en el mundo. Tampoco es posible negar que el nacionalismo en América Latina es una fuerza viva que no puede ignorarse so pena de futuros amargos y destructivos conflictos. Sólo la reforma monetaria y financiera, basada en moneda de valor intrínseco, ofrece un camino viable conducente a paz, prosperidad, y la conservación de nuestros valores.