Hace unos días pasaba en la televisión un programa sobre avalanchas, de piedra, de tierra, y de nieve. Pasaron fascinantes videos de la tremenda fuerza y devastación causada por estas caídas tumultuosas y terroríficas de enormes cantidades de materia que inconteniblemente arrasaban todo a su paso.
Una ilustración gráfica de lo que ocurre cuando un estado de cosas aparentemente estable, repentinamente pierde estabilidad y se precipita a una nueva condición de estabilidad, después de haber causado tremendos daños materiales y humanos.
Viene a la mente el concepto de "discontinuidad". La discontinuidad ocurre cuando algo que permanece en un estado durante cierto tiempo, tanto tiempo que parece que ese estado será permanente, de pronto se desmorona y cae en otro estado imprevisto.
Las discontinuidades son el coco de todos los que estudian estadísticas, porque las estadísticas nos informan acerca de la historia reciente, más no ayudan a prever el futuro. Una ponchadura de llanta de automóvil es una discontinuidad. Siempre es imprevista, y causa problemas.
La actual crisis en Oriente, que ya alcanzó plenamente al Japón, es una discontinuidad. De súbito, hay una transformación. Lo que era estable, pierde estabilidad. Se presenta una avalancha financiera.
Una vez iniciada, la avalancha resulta incontenible. Va tomando fuerza y cuando parece que termina, toma nueva fuerza. Nadie sabe donde terminará, ni cómo quedarán las cosas cuando concluya.
Estudios científicos demuestran que para lograr la estabilidad de un sistema, es preciso observar "parámetros", o sea, límites. Si no se observan los parámetros de operación de una caldera de vapor, por ejemplo, estalla la caldera.
El 15 de agosto de 1971, los Estados Unidos dejaron de respetar el parámetro clave del sistema monetario mundial. Dejaron de redimir los dólares de manos de Bancos Centrales extranjeros, a razón de 35 dólares por onza de oro en sus reservas.
El mundo lleva 26 años de estar construyendo sus sistemas monetarios y financieros, sin que exista un parámetro obligatorio a su operación. El resultado es que la fragilidad de dichos sistemas monetarios y financieros, es cada vez mayor. Cada año, la posibilidad de que se presentara una "discontinuidad", una avalancha monetaria y financiera, ha sido mayor.
Aparentemente, esta avalancha al fin ha comenzado, dejando ruina por doquier. Ha comenzado en el sureste de Asia, llegó a Corea del Sur, ya abarcó al Japón; ha hecho temblar a Brasil. Amenaza ha Hong Kong. Pero apenas comienza.
Winston Churchill una vez dijo, de una victoria en Africa, que "esto no es el fin; ni siquiera el comienzo del fin; sería más correcto decir que es el fin del comienzo".
Así, de la avalancha monetaria y financiera en Oriente, que ya algunos temen vaya a llevarse a Estados Unidos mismo, podemos decir, que esto que estamos presenciando es el fin del comienzo. O sea, que apenas comienza. El mundo quedará irreconocible cuando termine, si no se detiene. ¿Pero quién detiene una avalancha ya iniciada?