"Cuando veas las barbas..."
"El distintivo supremo de la barbarie: preferir lo provisional a lo permanente" G.K. Chesterton
Hoy en día, el adjetivo "bizantino" se usa para significar una discusión inútil. Pocos sabrán que el Imperio Bizantino, con su capital Constantinopla (hoy Estambul) existió formalmente desde 495 de la era cristiana hasta 1203, cuando comenzó su decadencia y cambió de nombre por el de Imperio Latino, el cual feneció en 1453 con la conquista turca. Y menos sabrán que el cimiento económico del Imperio Bizantino fue una moneda de oro, el solidus, introducido por Constantino el Grande en el siglo IV de nuestra era. La pureza y peso de solidus se mantuvieron sin cambio alguno durante nueve siglos.
Del solidus se derivan varias palabras que aún usamos: soldado, pues soldados eran los que recibían el solidus como sueldo, palabra que a su vez se deriva del mismo solidus. En latín, sólidus aparece como derivado de salvus, que significar "seguro"; sólidus también tenía el significado de "entero", o "completo", y quizás por esta razón se escogió como nombre para la moneda de Constantino.
¿Nueve siglos de estabilidad monetaria! Y un imperio preeminente basado en ella, cuya decadencia coincide con el deterioro de su moneda. Una gran lección de la historia, si es que queremos aprender algo.
Van terminando el siglo y el milenio, y los augurios para nuestra civilización industrial son negros. El mundo entero frente a un colapso general, monetario y financiero; día con día vamos observando el avance del proceso de descomposición incontenible. Las consecuencias son inconcebibles en su magnitud. Detrás de este quebranto, viene un mundo totalmente distinto al que hemos conocido. Si la Historia nos ha enseñado algo, es que el quebranto vendrá acompañado de guerra. Ya sabemos que el quebranto de los años 30 preparó el camino para la Segunda Guerra Mundial. Hoy, la fragilidad monetaria y financiera es mucho mayor que en 1929. La información, por otra parte, se transmite a la velocidad de la luz, y los acontecimientos suceden con velocidad antes desconocida.
En 1995, se remendó, provisionalmente, el sistema monetario y financiero mexicano con un préstamo de hasta 50,000 millones de dólares de la Reserva Federal de Estados Unidos. Lo que nos prestaron, se pagó con otros préstamos.
Ahora, los problemas en Asia, se nos informa, requerirán de varios cientos de miles de millones de dólares. Si no se atajan los problemas de Asia, se irá a pique y se llevará con ella al resto del mundo.
Evidentemente, estas son señales de un grave malestar mundial, y del próximo fin de una era. Si los nueve siglos del Imperio Bizantino fueron el imperio de solidus, nuestro siglo ha sido el del breve imperio del papel moneda.
En esta crisis mundial, es probable que pronto comencemos a escuchar voces de los poderosos que propondrán un nuevo orden, basado en un sólo Banco Mundial. Ya no se buscará apoyo de Estados Unidos, ni de Europa, ni de Japón (es una de las víctimas) sino de un megamundial, el Fondo Monetario Internacional. Este será el vehículo para la superconcentración de poder financiero. Antes de fenecer nuestra civilización industrial, el Fondo Monetario Internacional representará el último espasmo de muerte. El fortalecimiento y el gigantismo del Fondo, no serán más que la última medida provisional, condenada al fracaso de antemano.
Fausto, la máxima creación poética del alemán Goethe, recibió la oferta de poder ilimitado de parte de Mefistófeles, y parte de su plan era el papel moneda. El papel moneda, regalo (condicionado) del diablo. Pero el diablo le cobró las cuentas a Fausto, así como nos las está cobrando a nosotros.
El papel moneda ha sido la causa (entre tantos otros males) del crecimiento canceroso de la Ciudad de México, antaño por sus cielos azules. Los mismos efectos se perciben en todas partes del mundo: proyectos nacidos de una soberbia sin límites, se han vuelto, por doquier, osamentas inertes sin utilidad alguna. El panorama en Bangkok, por ejemplo, es de relucientes rascacielos de cristal, vacíos. El día en que quebró la economía de Malasia, se estrenó en su capital el edificio más alto del mundo, también vacío.
Se han tronado los engranes de la economía mundial. La producción y el consumo, mundialmente, están fuera de fase. El mundo entero cayó en la tentación faustiana. Ahora, se pagarán las cuentas.
Ya en 1995, dije: "... todos los bancos del mundo son insolventes por sistema, y lo que hemos padecido en 1995 en México, es simplemente preludio de lo que le espera al mundo entero. "Triste profecía, cumplida".
En la historia, pocas veces se ha visto que la voz de la razón influya en el destino de los pueblos. Por lo general, los males se agravan hasta que la humanidad se halla con el simple problema de subsistir; o sea, iremos de mal en peor hasta que lleguemos al punto en que el que tenga moneda de oro o plata, podrá comprar. Quien no lo tenga, no comerá..
El malestar de nuestro mundo es profundo, y los que deberían velar por nosotros, se rehusan a reconocer la causa directa: papel moneda. Unidades monetarias vanas, carentes de contenido real. La receta para el fracaso demostrado, es más de lo mismo. Bien dijo Chesterton, el distintivo supremo de la barbarie es preferir lo provisional a lo permanente.
Un catedrático en economía, de una institución universitaria importante, dijo pensativamente, después de escuchar los argumentos en pro de una moneda de plata de valor intrínseco para México, la siguiente gran verdad: "La tara de la ciencia son las ideas preconcebidas".
Urge que nuestro intelectuales, como este hombre, reflexionen y quiebren las ataduras del pensamiento convencional; urge que reconsideren los méritos de un sistema monetario basado en una unidad de metal plata, cuyo peso y pureza no sean alterables. En verdad, es cosa de vida o muerte. El tiempo apremia.