Asociación Cívica Mexicana Pro Plata A.C.
ENGLISH ONLY SOLO EN ESPAÑOL

Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

Precio Onza Libertad Fuente: Banco Azteca, Institución de Banca Múltiple.
Venta $752.00 Recompra $652.00

Nueva arquitectura mundial del bilimbique
viernes, 23 de octubre de 1998
Hugo Salinas Price

Nueva arquitectura mundial del bilimbique

Recibir depósitos a corto plazo, y prestarlos a largo plazo, ha sido la tumba de infinidad de bancos a través de la historia. Pero los banqueros caen en este vicio con una facilidad increíble; atraídos como palomillas al fuego, les es irresistible la tentación de recibir a corto plazo, y pagar bajos intereses; y prestar a largo plazo, y cobrar altos intereses.

Este ha sido el témpano que ha hundido a innumerables "Titanics". Pero hoy en día, todo el sistema financiero mundial, está en el mismo problema.

La Deflación

El mundo financiero de hoy, se construyó con expansión de crédito: pasivos a corto plazo y carteras de préstamos a largo plazo. Mientras hubo fiesta de expansión mundial, todo marchó de maravilla. Sin embargo, ya se acabó la música que tocó desde 1971, cuando los E.U., liberados de la necesidad de redimir dólares a razón de una onza de oro por cada $35 dólares, inundaron a los bancos centrales del mundo con dólares que contaban como reservas. A partir de 1971, todas las monedas del mundo no son más que "bilimbiques".

Ha llegado la hora inevitable, en que los dueños de inversiones en bilimbiques en todo el mundo quieren liquidarlas, para poder cambiar unos papeles por otros en los cuales tienen mayor confianza.

Ahora conoceremos el costo de la fiesta. Los bancos del mundo entero están ilíquidos; los depósitos fueron colocados por los bancos, en créditos a largo plazo y no están disponibles para pagar obligaciones a corto plazo; o quizá los créditos estén perdidos, porque los banqueros centrales procuran retener a quienes son tenedores de sus bilimbiques por medio del soborno de altas tasas de interés, y la subida de intereses quiebra a los deudores que recibieron los fondos de los depositantes. (Ahí está el Fobaproa). La ruina ha alcanzado al sistema financiero mundial. Contracción, liquidación, despido de trabajadores, cierre de empresas. Tan implacable como la lluvia cuando al fin quiere llover, la nueva psicología es deflacionaria. En la deflación, todo mundo quiere hacerse de efectivo y deshacerse de deudas.

El Secretario del Tesoro, Robert Rubin, habla de una "nueva arquitectura financiera para el mundo". Bonitas palabras, que denotan que no tiene ni la menor idea de qué hacer. ¿Qué "arquitectura" se le puede dar a masas de bilimbiques emitidos por cientos de países en el mundo? Desesperados, los banqueros centrales piensan ocultar su perplejidad con frases rimbombantes mientras discurren cómo producir otros papeles para sustituir a los actuales papeles, y luego asegurarnos que hay una "nueva arquitectura", para que regrese la música y siga la fiesta de la expansión inflacionaria.

El dilema de los americanos

En un mundo en deflación, la liquidez, el tener efectivo, se vuelve la meta suprema. No sólo para individuos y compañías, sino para sistemas bancarios. La deflación en E.U. hace que se retraiga el flujo acostumbrado de dólares. Hay una sed de pánico en el mundo entero, por tener dólares. Todo mundo ve como asunto de vida o muerte, exportar a E.U La alternativa es la bancarrota individual, corporativa, o nacional.

Conseguir dólares es de suprema importancia; todos los países devaluan frente al dólar, para poder exportar y obtener esos dólares. (México incluido). Los E.U. están recibiendo una verdadera avalancha de productos de todo el mundo, a precios de rajatabla (doscientos mil millones más de lo que exportan, este año) y esto va a hacer quebrar sus propios negocios que no pueden competir, y éstos comenzarán a despedir gente. Pronto habrá una tremenda reacción política contra esta situación, y los americanos podrán querer imponer tarifas a la importación para frenar el alud de importaciones baratas que destruyen sus negocios domésticos. Pero si hicieran esto, el resto del mundo entraría en moratoria de pagos como ocurrió en los años 30. ("Si no me compras, ¿con qué te pago?")

La alternativa es que los americanos intenten devaluar para frenar la importación. Pero ¿contra qué devaluan? Sólo pueden devaluar, comprando oro a un precio mayor que el mercado. Esto fue precisamente lo que hizo F.D. Roosevelt, Presidente de E.U., en 1933. Sólo recurriendo al oro como "numerario" en el cual se denominan todas las monedas, podrán devaluar el dólar. Regresa, así, el oro a su lugar central en las relaciones monetarias mundiales. Lo que menos quieren los americanos, ¡será el camino obligado!

Se aproxima el momento en que los sabihondos banqueros centrales que remataron su oro "improductivo" se rasgarán las vestiduras al comprender la estupidez de sus actos.

No llegan a "maistros"

La búsqueda de una "nueva arquitectura" será totalmente infructuosa, porque no hay estabilidad posible, ni en México ni en ninguna otra parte, a partir de moneda de imitación, dinero-papel.

No importa cuántos dólares de papel reciba el Fondo Monetario Internacional. El colapso del sistema mundial de papel moneda, es inevitable. Es el fin del dinero creado de la nada. La vorágine deflacionaria se tragará los cientos de miles de millones de dólares que puedan ofrecérsele.

La estabilidad tan deseada, no se hallará en tanto los bancos centrales no prometan redimir cualquier cantidad de su moneda, por cantidades de oro determinadas por una paridad fija, inquebrantable. Y esas promesas las vigilará el mercado, sometiendo a las políticas monetarias, financieras y fiscales de cada país a un examen bajo lupa.

Para que el mundo se aproxime a una estabilidad duradera, necesita contar con moneda de verdad, no bilimbiques. Es muy sencillo. El dinero tiene que valer algo en sí; necesita ser algo de valor. ¡Qué cosa tan simple y anticuada! Sí, simple y anticuada, pero es lo único que funciona. Hay cosas que no cambian, ni pueden cambiar; las gallinas ponen huevos y el dinero tiene que ser de oro o plata. No hay de otra.

Con una moneda de valor intrínseco, de oro o plata, los ahorradores del mundo estarían dispuestos a efectuar depósitos a largo plazo, no exigibles a corto plazo. Es esencial contar con la redimibilidad absoluta, fuera de toda duda, de los billetes del banco central. Sus políticas estarían sometidas a un examen riguroso y diario por los mercados del mundo. Sobre estas bases, los bancos podrían prestar a largo plazo, sin jugar a la ruleta rusa. Sus derechos de cobro y compromisos de pago, estarían equilibrados en el tiempo. Condición sine que non para comenzar a alcanzar la estabilidad.

Mientras tanto, tendremos que contemplar la absurda comedia de los banqueros centrales del mundo, de los G7, de los Camdessus, y todos los demás "expertos" y premios nobeles de MIT, de Harvard, de la London School of Economics, quienes cegados por su arrogancia tecnocrática insisten que sus papeles han lanzado al oro a la obsolescencia. Como dicen los americanos, "¡No quieras aguantar la respiración mientras hallan una "nueva arquitectura"!"