Asociación Cívica Mexicana Pro Plata A.C.
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Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

Precio Onza Libertad Fuente: Banco Azteca, Institución de Banca Múltiple.
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El peso que ya no pesa
lunes, 9 de noviembre de 1998
Francisco Helguera Ramírez

Las leyendas del México antiguo: el peso que ya no pesa

En aquel México de mis amores de hace 50 años, de pintorescos personajes, de coloridas costumbres, de belleza singular, aún Ciudad de los Palacios, la gente asumía sus papeles en la sociedad donde vivía y nadie esperaba que las personas hicieran algo distinto al papel que tenían asignado. Vaya, había un lugar para cada cosa y para cada persona; no pasaba más.

Por ejemplo, las Lomas de Chapultepec eran para la gente rica. San Angel y la colonia Juárez, para la gente decente. El Pedregal para los que "ya la hicieron" y la Roma y la Condesa para la clase media. La plebe vivía en Tepito; los rateros por La Merced y por la Candelaria de los Patos; por allí estaba o está la iglesia donde se veneraba a San Dimas, el buen ladrón. Gente institucional, pues. Narvarte para los "quiero y no puedo", la colonia Del Valle para la gente acomodada. Tacubaya para los "tubos"... S, tuvo y ya no tiene. San Pedro de los Pinos para la modesta clase media trabajadora. Anzures para los "Ni fu ni fa".

Y para ir de compras, ¿quería usted ropa barata?, ¿Chácharas y alguna antigüedad? ¡La Lagunilla! Inclusive hubo un famoso comerciante, conocido como el "Chacharitas", que manejaba valiosas antigüedades. Fruta y verduras, en Jamaica. ¿Polvos para el amor, hierbas y brujerías, lociones para el dinero, ramas de pirul para las limpias?, amuletos de todas clases, colibríes para los casanova de barriada, patas de conejo para los principiantes, perfume Siete Machos, velas negras, rojas y verdes para los iniciados... todo eso y más en el mercado de Sonora. Accesorios automotrices y herramienta, en Tepito. En La Merced, fruta, abarrotes, cristal y loza, chiles secos, granos... vinos y licores. Pescado y mariscos, por la calzada de la Viga o las calles de Aranda. ¿Café?, en grano o en taza con su complemento de amenos comensales, por las calles de Bolívar o Isabel la Católica.

Estaba Xochimilco, para los que tenían un carrito y querían plantas y verduras frescas. ¿Armas? (entonces se podían comprar armas en una armería). All´pa por las calles de Cinco de Mayo, Donceles, Argentina, el Centro Histórico. ¿Prostitución seria y responsable?, desde las proletarias calles del Organo hasta la institucional, bohemia y cosmopolita casa de La Bandida.

Y si quería comprar fierros, allá por Fray Servando Teresa de Mier. Justamente, como un ejemplo de lo propio y formal que era la gente, estaba un comerciante de perfiles, planchas y viguetas que por esa zona tenía su negocio. Ordenado y cuidadoso, tenía su local dos grandes portones, entrada y salida, claramente indicados. Y dos básculas siempre en desacuerdo, que pesaban los camiones; una en la entrada y la otra en la salida; una era la de "comprar" y la otra la de "vender".

Nadie esperaba que el kilo fuera de mil gramos, ni que la leche no tuviera agua, ni que el pulque no fuera adulterado; las docenas 11 y a veces diez rosas eran las reglamentarias. Las elecciones tenían su rutina y su ritual. "El tapado" era toda una institución; inclusive, una marca de cigarrillos pregonaba, como toque de prestigio, que "El Tapado fuma Elegantes".

Pero había cosas sagradas, que ni se discutían ni se dudaban, a saber:

Al pulque le faltaba un grado para ser carne.

Los mexicanos son muy machos.

Ninguna tan abnegada como las cabecitas blancas mexicanas.

México es un país tan rico que hasta tiene la forma de un cuerno de la abundancia. (Aunque un amigo me hizo la inquietante observación de que parece descargar esa abundancia hacia Estados Unidos).

México es el país más religioso del mundo.

Los campeones mexicanos de lucha libre son mexicanos.

Una tarde memorable, cuando se hizo una colecta en beneficio de Finlandia, agobiada por el ataque de los alemanes (o de los rusos), el ruedo de la plaza de Toros, el Toreo de la Condesa, se cubrió con una capa de plata. Miles y miles de aquellos hermosos pesos de plata, los de 0.720, llovieron sobre el ruedo, mientras los toreros se refugiaban donde podían y se cubrían la cabeza con capas y muletas. Eramos, sin duda, ingenuos y generosos.

Otra de las verdades aceptadas sin discusión y motivo de orgullo nacional, era la validez de nuestro peso y el de ser el primer productor de plata en el mundo.

¡ Y esto último era y es cierto!

Pero por alguna misteriosa razón, siendo los número uno del mundo en tan importante materia, hemos ido dejando que se deteriore la calidad de nuestra moneda. Y con ella, el ahorro, el capital de las empresas y los fondos de pensiones. En paralelo, las tasas de interés se fueron elevando, hasta hacerse impagables. Se deterioró el comercio, el crédito y el sistema financiero.

Empezamos nuestra vida independiente con una moneda de plata, el ocho reales, ley 0.920 de plata pura. Su contenido del precioso metal valía, a precio actual, 3.28 dólares. El tipo de cambio, 0.85 pesos por un dólar. Con una moneda de un peso, compraba usted un dólar y le sobraban quince centavos. Hasta 1910, conservamos nuestra moneda y la paridad llegó a dos pesos por dólar.

Durante todo el periodo revolucionario, hubo de todo, pero al irse calmando el país, regresamos a la moneda de plata. Nuestro peso fue rebajado en peso y tamaño, a ley .800 y peso de 18 gramos. Su contenido de plata valía 2.62 dólares.

Luego, apareció nuestro peso 0.720 de ley, que valía 2.17 dólares en plata. Y así llegamos hasta 1946. De ese momento en adelante, cuesta abajo en la rodada... En 1947, se redujo el contenido de plata a 0.500 de ley. Contenía nuestro peso plata con valor de 1.27 dólares. 1950, menos peso y ley más baja 13.3 gramos y ley 0.300. Entonces, ya solo vale 0.720 de dólar. Lega 1954, peso de 16 gramos y 0.100 de ley. A 0.28 de dólar compra los que quiere...

¿Y el tipo de cambio? ¡Ah...!, ese capítulo es surrealista. Empezamos en 1875 con un tipo de cambio de 85 centavos mexicanos por cada dólar. Después, permanece casi constantemente a dos pesos por dólar. Gobernaba Porfirio Díaz. El periodo revolucionario no cuenta; cuando termina, nos encontramos con un peso 90 centavos por dólar. Brinca a 3.60, luego ... agárrense; en vertiginoso descenso, López Portillo, que no supo administrar la riqueza y defendió al peso como un perro... de peluche, le dejó la paridad a su sucesor en 70.00, para que éste empezara su mandato llevando la paridad a 150.00 pesos por dólar.

En seis años, Miguel de la Madrid, establece un récord que a pesar de los esfuerzos de sus sucesores, permanece incólume: el peso de devaluó un ¡3,154.29 por ciento! Conforme a la nueva tradición, heredó la paridad en dos mil 285.00 nuevos pesos por dólar. Salinas de Gortari, que fue parco en sus devaluaciones, empezó por una de 31 por ciento y al final sólo había acumulado 36.72 por ciento. De dos mil 285 que recibió, llegó a a tres 114.50. En el periodo actual ya andamos en 233.92 por ciento, de los cuales 118.33 son herencia salinista. Desde 1947 se produjo un lucidor 210.209 por ciento de devaluación.

Antes, con 40.14 gramos que pesaban dos pesos, compraba una onza de plata y le sobraba cambio. Ahora, necesita 360 gramos de nuevos pesos y si la pagara con pesos anteriores, necesitaría 360 kilos de moneda chatarra. El peso... ya no pesa.

¡Ay México...! Ya no tomamos pulque ni vamos a La Merced por el mandado ni a Jamaica por las verduras. La Central de Abastos nos atemoriza. La Lagunilla no es lo que era, Tepito se dedica a la fayuca. En eso de ser muy machos, andamos en mal lugar. Parece que otros son mejores amantes.

Ya ni somos tan religiosos; hasta se dio el penoso caso de que un cura (¡el Abad de la Basílica, nada menos!), pusiera en duda la autenticidad de la guadalupana.

Ya no más La Bandida ni Lulú ni... Ahora se llaman sexoservidoras y andan regadas (y regados) por todos lados.

Ya no hay "Tapado", ahora todos andan destapados...

Ya nadie cree en el campeonato mundial de lucha libre, la leche sabe Dios lo que será y el peso... ¡Ay, el peso!; flaco, tres cuartos de cogote y una perchera en el escote, lo V en la madrugada, allá por la Reforma, en una casa de... cambio, a 10,200 (¡Perdón, 10.20!) por cada dólar, hecho una... ¿Cómo dice el tango?