Construir sobre arena
Fernando Amerlinck
Hay pasajes evangélicos obvios. Uno dice cómo hacer durar una casa: el hombre prudente la edificará sobre roca, el necio sobre arena.
Pocos hacen caso de lo obvio, y sucede con la moneda. México tuvo crecimiento económico superior al poblacional cuando la moneda era estable. Había ahorro nacional y bancos que prestaban a tasas lógicas. De repente, la moneda empezó a parecerse a la arena que se fuga entre los dedos cuando se la lleva el agua del mar. La economía se arruinó y el dinero bueno se fugó.
Hoy, buscando solidez, piden dolarizarnos: creen que el dólar es una roca. Pero no ven bajo esa roca un terreno minado, parecido a los que abundan bajo las unidades habitacionales autorizadas por todos y cada uno de los gobiernos recientes del DF.
Hay monedas que conservan su valor porque crecen según la producción nacional, pero los dólares que circulan por todo el mundo ya nada tienen que ver con la producción de Estados Unidos. El dólar es fuerte por declaración.
Me explico. Vale porque en todo el mundo la gente asume que el dólar vale. Su valor lo declaran ellos al creer que, por ser moneda del país más poderoso, tiene valor intrínseco. Es moneda fiduciaria, dependientes de la fiducia, raíz de fe. ¿Base sólida para sustentar valor? Lo dudo.
Si México se uniese oficialmente al cotarro de aceptadores del dólar como moneda nacional, estaría engordando el caldo al país que emite papeles verdes a cambio de la producción sólida de quienes se tragan la empanada de que esos papeles son valor. ¿Por qué una de las agencias del imperio —el FMI— nos presiona para eso? Por ser agencia del imperio. Y no ha habido imperio más fuerte que el del dólar, porque ninguno había podido cometer un fraude tan globalizado, sin más sustento que una declaración global de fe.
Endeble base. No durará para siempre lo construido sobre un terreno arenoso. Tarde que temprano, se derrumbará como el castillo de arena que es.
No hablo de soberanía chabacana al atacar la dolarización. Hablo de preferir, para mi país, una moneda con respaldo más sólido que la fe: hablo de la plata.
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