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Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

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Revolución Monetaria
viernes, 4 de junio de 1999
Fernando Mota Martínez

Revolución Monetaria

Profeta de la revolución monetaria mundial, el Presidente de Argentina, Carlos Saúl Menem, anuncia: sólo habrá tres monedas en el planeta: el dólar, el yen y el euro.

Dramática conclusión nacida del deseo del estadista de eliminar como divisa de su patria al peso, traqueteado a lo largo de los años por políticas económicas mal pensadas y peor aplicadas, como ha sucedido con los demás instrumentos de cambio latinoamericanos en particular y con los del mundo en general.

Ya están liquidadas las siguientes: franco francés, lira italiana, marco alemán (pues según el declarante esta moneda es, en realidad, el euro, con el cual todo el Viejo Continente habrá de quedarse) y pronto seguirá la libra esterlina.

El Oriente Lejano asistirá al cementerio de las monedas de China, de los tigres asiáticos y de las demás naciones casi simbólicas de aquellos lares para dar paso a la divisa del Sol Naciente: el yen.

Se entiende que en el resto del mundo, incluyendo Africa, tendrá al dólar como manifestación monetaria única. Quizá el pensamiento de Menem ya esté visualizando el futuro remoto, pues después de tal revolución habrá de venir una lucha sin cuartel para que, entre los tres sobrevivientes, prevalezcan dos: el euro y el dólar para más tarde enfrentar en la lid final en la cual uno de los dos colosos asistirá al sepelio de su oponente.

Seguro Menem olvida lo fundamental de la lección: "el dinero es un mecanismo muy antiguo, pero la noción de que es un artefacto digno de confianza que puede aceptarse sin escrutinio ni objeción es, en todos sentidos una cosa muy ocasional..." Si entendemos dinero por billete, llámese peso, dólar, euro o yen, aceptaremos que la confianza sobre tal manifestación siempre será volátil, pues los "padres" de los billetes siempre serán las casas de moneda, las secretarías del tesoro o los ministerios de Hacienda, de finanzas y los bancos, es decir, falsificadores de moneda, para llamarlos de alguna manera benévola, pues no se pueden tirar por la borda milenios a lo largo de los cuales han sido los metales preciosos los únicos generadores de confianza.

Para hablar sólo del oro se ha de mencionar que cinco siglos antes de Cristo, Aristóteles fue el primero, o uno de los primeros en meditar acerca de las propiedades del "buen dinero".

El filósofo convino en decir lo siguiente:

1. El buen dinero es duradero, o sea, "no se evapora, enmohece, oxida, desmenuza, rompe ni pudre".

2. Es divisible, pues "una onza de oro vale siempre una onza, tanto si está en polvo, barra o monedas".

3. Es portátil. "El oro permite a una persona llevar físicamente consigo la riqueza acumulada durante toda una vida de trabajo".

4. Es consistente, o sea, "es el mismo en cualquier lugar y momento".

5. Posee un valor instrínseco. "Es el más maleable de todos los metales, es más dúctil y el menos reactivo a los corrosivos".

6. No puede ser creado por el gobierno. "A diferencia del papel-moneda, el oro no puede perder valor como consecuencia de los errores del gobierno. (Estas ideas fueron tomadas del libro Cómo invertir en la crisis, de Douglas R. Casey, Edaf, Madrid, 1979).

Si la revolución monetaria anunciada por Menem hubiera partido de la base de una vuelta, considerada por muchos como imposible, al patrón oro, otro gallo nos cantara.