Asociación Cívica Mexicana Pro Plata A.C.
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Moneda de Plata para México

Estabilidad y orgullo nacional

Precio Onza Libertad Fuente: Banco Azteca, Institución de Banca Múltiple.
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Nueva política monetaria
domingo, 17 de septiembre de 2000
Eduardo Valle

Nuva política monetaria

Supongamos por un momento, soñemos, que la clase dirigente mexicana (políticos, empresarios e intelectuales "orgánicos e inorgánicos" –por supuesto, prefiero siempre ser inorgánico–) comprende que sólo tiene la próxima década –apenas 10 años– para iniciar la reconstrucción productiva del país y, por supuesto, entiende se debe comenzar desde la raíz: la infraestructura material y la educación y preparación de los recursos humanos. Como es más sencillo tratar con la primera, entonces veremos pronto planes complejos y de largo aliento para carreteras, ferrocarriles, aviación y plantas eléctricas, lo cual implica también construir un difícil sistema hidraúlico nacional y el aprovechamiento de fuentes energéticas no ortodoxas. Comunicaciones y energía; la tarea nacional de la próxima década, con el establecimiento de los cimientos de una política industrial, de agroindustria, de bosques y aguas, de producción de alimentos indispensables en donde el mar y nuestro reducido segmento de tierra con vocación agrícola jugarán los papeles centrales. Como se necesita dinero que no tenemos, habrá que pensar en nuevos tratos con los organismos financieros internacionales que prestan en dólares y sobre todo, en asociación con capitales privados internacionales. Por supuesto, estamos soñando, ese dinero se usará en forma honesta y eficiente para comprar –exactamente– los insumos de capital que ahora no producimos. Los sueldos y salarios de los técnicos, trabajadores y administradores se pagarán en pesos.

¿Por qué sólo 10 años para ponernos a trabajar en esta reconstrucción productiva? Sencillo, fácil: por la presión de los jóvenes que salen al mercado de trabajo en números mayores al millón anual. Si en una década no hay una respuesta racional e inteligente a esta demanda, México será una nación inviable y los fuegos destructivos de nuestra incapacidad serán el toque de campana para la balcanización. Nos encontraremos indefensos y moralmente postrados. Como si regresáramos a mediados del siglo pasado. Ahora mismo, en el desastre natural de la década, cuando muchos de los más pobres se mueren en forma dolorosa y acelerada, un segmento de la clase priísta tabasqueña exclama: "Pareciera que quieren acabar con Tabasco". Un ejemplo; pero cantos similares se han escuchado en Nuevo León y otros lugares.

Supongamos entonces que en la próxima década vamos a estar embarcados en ese extraordinario esfuerzo. Entonces, sólo entonces, podremos pensar en presionar –sí, presionar a Estados Unidos y Canadá– para iniciar las conversaciones para la creación de una unión monetaria: una moneda común para los países del acuerdo de Libre Comercio para América del Norte (NAFTA, en inglés). Una unión monetaria que permitiría se superarán los conflictos que hora son irresolubles en el mismo NAFTA: los movimientos de mano de obra a nivel del subcontinente y las estructurales discrepancias en el trato al capital, tasas de interés y los precios. Y, en forma evidente, la compensación en capital productivo a la parte más débil en esta interrelación desequilibrada. O interdependencia asimétrica entre México, Canadá y Estados Unidos.

Pero si vamos a ese esfuerzo, entonces –al mismo tiempo que se logran medidas de política monetaria para recuperar capitales mexicanos depositados en el exterior; por ejemplo, la apertura de cuentas en dólares en el sistema financiero– también el peso debe ser fortalecido. Y un "peso fuerte" en México sólo tiene un antecedente real y serio: el peso plata. Ese mismo peso mexicano que servía el siglo pasado y a principios del actual de medio de cambio en el Oriente. Y en Estados Unidos. ¿Que la fortaleza de ese peso plata mexicano dependerá del precio internacional de la plata?, es cierto. Pero ahora el peso de papel mexicano depende de las tasas de interés fijadas por la Reserva Federal de Estados Unidos, de la tasa de inflación en ese país y de los movimientos de la bolsa de valores en Nueva York. Una auténtica pesadilla; los factores determinantes –todos– están fuera. Ni uno sólo es interno; a no ser el nivel de reservas internacionales netas en el Banco de México. Y hasta eso depende de los resultados mayores en la balanza de pagos. Así, el dólar sube y baja y nosotros mirando.

Como es evidente, para la próxima década necesitamos una nueva política monetaria que contemple integración en el subcontinente, fortaleza productiva nacional (soberanía e independencia reales; jo, jo, jo) y apertura al comercio y al ahorro interno. Eso significa peso-plata (lo cual, por favor, no elimina los billetes), captación de dólares y búsqueda de la unión monetaria. Y todo ello sobre la base de una transformación productiva que comienza en la infraestructura material básica, con inversiones de capital en dólares y con salarios en pesos. En nuevos pesos. Los del patrón plata. Se trata, dijimos, de una nueva política monetaria. Y de un país distinto, porque produce distinto y paga distinto, al capital y al trabajo. Y paga bien: a los nacionales y a sus leales socios del exterior.