Panorama Norteamericano
Eduardo Valle
10 de noviembre, 2007.
La Reserva Federal anuncia un lento crecimiento de la economía estadounidense
Vienen momentos difíciles, que pueden convertirse en oportunidades
En la medida en la cual desciende nuestro superávit comercial con Estados Unidos, aumenta nuestro déficit con el resto del mundo. Esa es la tendencia prevaleciente desde hace muchos meses; a pesar de los altos precios, récord, del crudo. Este es uno de los datos importantes para tomar en cuenta en el corto y el mediano plazos. Los otros son los menores ritmos en el envío de remesas; determinados por los problemas del mercado de la mano de obra inmigrante en EU y la reunificación de las familias, pero al norte de nuestra frontera. Y la cada vez más evidente debilidad del dólar frente al oro, el petróleo, el euro. Y hasta frente al dólar canadiense y, un poquito, en relación con el peso mexicano. Cuando la frontera norte se cierra cada vez más y ello casi frena la expulsión de nuestros trabajadores.
Como elementos centrales en este panorama anotemos el hecho de que apenas se ha descontado en los mercados financieros de EU una parte pequeña de las pérdidas causadas por las hipotecas chatarra. Y se agudizan los problemas en la confianza de los consumidores y en el crédito al consumo de los particulares. Más el vital señalamiento de la Reserva Federal sobre un lento crecimiento de la economía estadounidense, cuando menos hasta la mitad del próximo año.
Con todo, la economía mexicana tiene factores de compensación: la entrada de capital extranjero, la propia debilidad del dólar (las exportaciones de EU se hacen más baratas) y, obvio, los altos precios del petróleo, los cuales atemperan la declinación de la capacidad exportadora de crudo. Pero, entonces; ¿cuál es la previsión macroeconómica para ese corto y mediano plazos? Tormenta a la vista: se está formando frente a nuestros ojos.
Hay que prevenir en lo que se pueda los daños por venir. Y darnos una opción con el mercado interno sobre la base del crecimiento y la remodelación de la infraestructura material y global y con el auge en la construcción de casas-habitación y de sus insumos permanentes. Pero sobre todas las cosas, hay que explicar que se vienen encima momentos difíciles. Los cuales pueden convertirse en oportunidades. No hoy, en estos momentos, cuando el Congreso mexicano ni siquiera tiene votado el presupuesto del próximo año fiscal. Mientras los “reformistas democráticos” andan buscando la forma de quitarle poder real al Presidente y a la Presidencia de la República, para traspasarlo a los jefes de las camarillas partidarias y “al Congreso”. Pero de seguro pronto; quizá cuando las jornadas negras en Wall Street se multipliquen y por sí mismas agiten las aguas.
Frente a los acontecimientos del futuro inmediato el presidente Calderón tiene un mucho mayor margen de maniobra en relación con su antecesor inmediato. Interno y, por fortuna, también externo. La debilidad política de George W. Bush —el “peor presidente de la historia”, dice el 23% de los consultados en la más reciente encuesta; sólo un 34% de aprobación, gracias a los republicanos cautivos; su veto anulado por amplia mayoría en el Capitolio— podría equilibrarse frente a México gracias a la ola xenofóbica con tintes racistas, en relación con la migración a EU. En especial de los mexicanos. Eso puede ser neutralizado si se adoptan algunas medidas de política exterior, las cuales hagan entender a los WASP (blancos, anglosajones, protestantes) que su unilateralismo es suicida. Como en verdad lo es. Fue suficiente que un funcionario chino de segunda línea hablara de una recomposición de la canasta de monedas en las reservas de su país para que temblara la Bolsa de Valores en Nueva York. Nada más como ejemplo evidente para cualquiera con tres dedos de frente.
¿Alguna propuesta en especial? Sí; acuñar monedas de plata y darles curso comercial. Es una sencilla medida de política monetaria interna, la cual fortalecería nuestra posición en los mercados internacionales de todo tipo. En lo formal no tiene nada que ver con los mercados financieros. Es sólo para fortalecer nuestro mercado interno, reduciendo nuestra enorme dependencia del dólar estadounidense y sus bruscos y feos vaivenes. La creación de una moneda dura mexicana tiene sentido inmediato y para el futuro. No tendría, no podría darse reclamo diplomático o político alguno; ni siquiera de nuestros socios del norte, quienes podrían saludar una medida monetaria que fortalece a una de las tres naciones norteamericanas.
Tormenta a la vista; hay que prepararnos. La situación hasta ahora no pinta trágica, como a la hora de la crisis de 1994-1995. Pero mejor prevenir que lamentar. Y esa es responsabilidad del gobierno federal. Más cuando poco a poco se supera la furia irracional heredada de julio de 2006; a pesar de la gran fragilidad del sistema de partidos y del conjunto del sistema político. Sería trágico en verdad que por dejadez, irresponsablidad o ignorancia no entendiéramos el significado de los tiempos por venir. Ahora tenemos que pensar más allá del presupuesto.
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