En agosto de 2008, con $9.52 pesos se compraba un dólar. Hoy, 3 de febrero de 2009, para comprar un dólar se necesitan $14.57 pesos (cuando menos).
Los ahorros de los mexicanos se han llevado un descontón tremendo. Las afores mexicanas, los fondos para el retiro de los trabajadores mexicanos, valen 34.66% menos, en dólares, de agosto a la fecha.
Años de ahorro de los trabajadores se han esfumado en un 34.66% en cosa de seis meses. ¿Cuánto quedará de esos ahorros, en seis años más?
Llevamos catorce años abogando por la moneda de plata, una moneda indevaluable, el mejor baluarte para el ahorro popular.
Cuando se comenzó a vender la onza de plata en Elektra, en 2001, se vendía en $54 pesos. Hoy, Banco Azteca la compra al público en $200 pesos.
¿Cuál fue la mejor inversión? ¿La onza de plata, o el dinero que fue a dar a la Afore (después de una rasurada módica de veintitantos por ciento a favor de los bancos)?
Poderoso caballero es don dinero fiat, dinero ficticio carente de respaldo.
El Senado ha programado un Foro, para la discusión de los problemas sociales del país. Después de una pérdida de 34.66% en el valor del peso, sería razonable pensar que una discusión de los méritos de la moneda de plata sería un tema importante a tratar.
Mientras tanto, el desplome financiero, monetario, comercial e industrial en el mundo avanza como tren sin frenos en cuesta de bajada.
Los líderes americanos, que no conocen otra medicina económica más que crear más dinero ficticio, hablan de $4 millones de millones de dólares que han de gastarse para revivir el sistema bancario americano, que está bien muerto.
Suma que provocará el colapso, eventualmente, tanto del dólar como del bono del Tesoro americano, porque no habrá forma de vender las sumas grotescas de deuda que requerirá este gasto gubernamental.
Seguiremos observando los desastres diarios que acompañan a este desmoronamiento de las finanzas americanas y mundiales y los esfuerzos ridículos de los líderes mundiales por ocultar los efectos funestos que ha ocasionado al mundo su “becerro de papel”, que no de oro.
Hemos querido proteger a los mexicanos – la clase media y los trabajadores – con la monetización de la onza de plata.
Pero nuestros gobernantes, que son técnicos muy duchos, carecen de corazón. Siguen aferrados al castillo de naipes del papel dinero. No tienen piedad de los mexicanos. Los bancos cuentan más que el pueblo.
¡Pobre México! ¡Pobres de todos nosotros, cuando la furia popular estalle el día menos pensado!