A últimas fechas han recibido mucha publicidad las declaraciones del presidente Carlos Menem de Argentina, en el sentido de que busca la plena dolarización de la economía de su país. Según Menem, sería conveniente que el mismo billete verde circulara en Argentina.
Seguramente el presidente Menem busca una estabilidad económica definitiva, y piensa que al introducir los billetes americanos habrá exorcizado al espectro de la devaluación, que ha sido el flagelo de Argentina durante este siglo.
La dolarización parece estar de moda; no se escuchan objeciones de fondo. El camino a la dolarización está despejado y es de bajada. Sin embargo, existen inconvenientes:
- Para que circulen dólares, Argentina tendrá que comprarlos primero. ¿Cuántos miles de millones de dólares requerirá Argentina, para sustituir a la masa monetaria de pesos que actualmente circulan? Para comprarlos, Argentina podría utilizar las reservas de su Banco Central, en dólares. Esas reservas están invertidas en bonos del gobierno de los E.U., y generan intereses. Al vender los bonos, compraría el Banco Central los billetes, que son otra forma de deuda, pero que no genera intereses. Así que, dolarizar significa cambiar una inversión (bonos de E.U.) que genera ingresos, por una inversión (billetes de dólar) que no genera ingresos.
- Para obtener las reservas que actualmente tiene Argentina, tuvo que entregar mercancías o bienes (empresas enteras) a los E.U. Las reservas se consiguieron entregando bienes tangibles, pero son de hecho, sólo papeles, pagarés del Tesoro de los E.U. La facultad del Tesoro de crear pagarés, es ilimitada; se realiza con teclear computadoras. Pero para obtener estos pagarés, habrá sido necesario entregar mercancías - exportadas a E.U. – o vender hasta empresas enteras a E.U. Mediante la creación de pagarés del Tesoro de E.U. que ha requerido Argentina, han conseguido los E.U. una concentración de poder económico y un flujo de mercancías que nunca se paga con otras mercancías, sino con simples pagarés.
- Para conseguir más dólares que circulen en la Argentina, será necesario exportar a la Unión Americana, o a otros países que pagan con dólares, más mercancía de la que se recibe de ellos. A cambio de excedentes de mercancías tangibles, o de la privatización a manos de quienes paguen dólares – que naturalmente, tenderán a ser americanos, porque ellos fabrican dólares – se conseguirán papeles verdes que puedan circular en la economía Argentina. Cosas a cambio de papeles. ¿Esto es algo que conviene a la Argentina?
- Los Estados Unidos están registrando unos déficits de exportación colosales, jamás vistos. En 1998 el déficit comercial fue de unos $200 mil millones de dólares. El mundo está hambriento de dólares; los Banco Centrales los requieren desesperadamente. Los americanos pueden enviar cuantos dólares quieran al extranjero: sus computadoras los fabrican en instantes. Ahora bien, los dólares en la Argentina serían tan deseables como los dólares en E.U., sólo que en Argentina no los fabrican. Los tienen que comprar. El resto del mundo va a querer inundar a la Argentina de mercancías, como hace con los E.U. En E. U. están desapareciendo las manufacturas. Como ellos fabrican dólares, están cerrando sus fábricas y se dedican a proveerse de servicios mútuamente. Las manufacturas les llegan a cambio de los papeles verdes que exportan. Pero Argentina no está en esa envidiable situación. No fabrica dólares. Para retener una base de manufacturas, Argentina tendría que manufacturar a costos semejantes a los de China. Los argentinos podrían tener fábricas, pero sólo con un nivel de ingresos de mano de obra, semejante al nivel que prevalece en China. Es difícil pensar, para los que conocemos a los argentinos, que ellos vayan a estar dispuestos a vivir como chinos. De hecho, se resisten los argentinos a trabajar por salarios reducidos; por eso hay tanto desempleo en la Argentina. Sin bajar sus sueldos al nivel de los chinos, no podrán tener manufacturas. Su actividad económica se limitará a la producción agrícola y minera.
- De aquí se seguiría que la dolarización tendría que ir acompañada de nuevas y drásticas barreras a la importación, para proteger a su industria. Si Argentina se encierra tras barreras arancelarias para proteger su industria, ¿dónde quedó la "globalización"? Los E.U. ya comienzan a construir barreras arancelarias para contener la ola de importaciones que se les viene. Lo mismo tendría que hacer Argentina.
- La devaluación en Brasil, es un golpe a la industria Argentina, específicamente a la industria manufacturera de automóviles. La devaluación ocurrió, en parte, por la necesidad que tiene Brasil de bajar importaciones, para evitar la sangría de dólares. El golpe a la industria Argentina, repercute en el sistema bancario. (Nota al 16 de febrero de 1999: "La crisis provocará graves daños en Argentina. La crisis financiera brasileña y la severa recesión que el ajuste adoptado por el gobierno provocará en su economía causará daños en la actividad de las empresas argentinas, pero particularmente en las que dependen de sus exportaciones... Los dirigentes empresariales exigen medidas proteccionistas para defenderse de los artículos brasileños más competitivos..." (El Heraldo de México, Pág. 5-F. Brasilia (AFP, ANSA y DPA).
- La dolarización que se propone para Argentina, evita la devaluación, porque el circulante ya sería el propio billete verde, pero no resuelve el problema de la fragilidad bancaria. En E.U., la Reserva Federal apoya a cualquier banco que tenga problemas de liquidez; el público confía en ese apoyo. La Reserva Federal puede crear cualquier cantidad de liquidez que se requiera, para sacar de apuros a un banco. Pero la Reserva Federal, el prestamista de último recurso, en la terminología americana, no opera en Argentina. ¿Quién va a producir la liquidez que requieran los bancos argentinos, cuando apremie la liquidez? El Banco Central apoyará, hasta donde pueda, pero sus recursos serán limitados – no fabrica dólares. Bajo un esquema de dolarización, no habrá más recurso, al final de cuentas, que dejar quebrar a los bancos. O abandonar la dolarización.
- En cuanto un banco cae – en la segunda semana de febrero se anunció que quebró el Banco Israelita, en la Argentina – los demás son vistos con recelo. El problema es que en todo el mundo, las estructuras de los bancos están sumamente débiles, con pasivos a corto plazo, y activos a plazos mayores, que no son liquidables. La dolarización evitaría la duda respecto al valor de la moneda; pero lo que causaría intranquilidad e inestabilidad sería entonces, la duda respecto a si el banco tiene dólares que entregar. Dolarización, sin prestamista de último recurso, en esta era de abuso de expansión crediticia, es fórmula para quebrazón financiera masiva.
- Otra consideración, entre muchas más: el circulante en E.U. está aumentando a razón de casi 12% anualmente (M1). Amarrarse al dólar es amarrarse a una nave cuya ancla se arrastra por el fondo. El valor del mismo dólar, está en entredicho. Si el dólar pierde valor por inflación, afectará a quien use el dólar como su moneda. Por otro lado, la deflación es una peligro real, y amarrarse al dólar es caer con él.
Lo que llama la atención en las convulsiones financieras del presente, es la actitud que prevalece en el mundo, de que hay que seguir por el camino que vamos, no importa qué tantas evidencias existan de que algo anda muy mal. Si los aviones de la Boeing se cayeran con la frecuencia que vienen las devaluaciones, hace mucho que se hubieran investigado a fondo las causas. Pero, no; no se nos presenta una alternativa esperanzadora; se nos quiere obligar a caminar por un sendero doloroso interminable. Las economías del mundo se desmoronan; todo está amarrado con alambres y remendado con alfileres.
Si ha de haber alguna prosperidad en el Siglo que viene, será necesario un nuevo convenio monetario mundial, que permita la construcción de sistemas financieros que utilicen moneda anclada en la realidad económica. Esta moneda tendría que ser parte de la realidad económica en sí, es decir, algo tangible de valor. Está el mundo absorto en construir quimeras financieras, Torres de Babel. El bienestar de los pueblos ha sido olvidado. Viene a la mente el grabado de Goya: "El sueño de la razón produce monstruos." Los sueños de nuestros economistas y financieros están produciendo monstruos. ¿Se despejará la pesadilla?