Los Americanos están felices con su economía y se congratulan de hallarse prósperos, con una economía que ofrecen como ejemplo al mundo. Para ellos, el resto del mundo, excepción hecha de Europa, Gran Bretaña y otros países anglosajones, no sabe cómo manejarse.
La gráfica explica porqué se sienten tan ufanos con su economía.
En 1948, el total de dólares en manos de Bancos Centrales del mundo ascendía a unos 15 mil millones de dólares; éstas eran las reservas de dólares de dichos bancos. El total de oro, valuado a 35 dólares la onza, también en poder de los Bancos Centrales del mundo, ascendía a unos 34 mil millones de dólares -reservas en oro de los Bancos. Eran 970 millones de onzas de oro. El valor de las reservas mundiales de Bancos Centrales, en oro, era más del doble de las reservas en dólares.
Durante 20 años, hasta 1968, el incremento de dólares en poder de Bancos Centrales del mundo fue paulatino, pero constante. Los Estados Unidos cuidaban su expansión monetaria y crediticia, porque los dólares en poder de Bancos Centrales extranjeros eran redimibles en oro. Durante esos veinte años, los Estados Unidos fueron perdiendo reservas de oro, para satisfacer las exigencias de redención de sus vales (billetes).
En 1968, el General de Gaulle de Francia, se puso muy firme en que se redimieran en oro los dólares en poder del Banco Central de Francia. En la primavera de 1968, se le armó un aquelarre al buen general, y por poco es derrocado.
La fuga de oro de Estados Unidos persistió, no obstante "arreglos" entre los países más desarrollados, para no exigir oro.
Finalmente, el 15 de agosto de 1971, el Presidente Nixon aventó la toalla, y simplemente dejó de redimir dólares, a ningún precio. El Tratado de Bretton Woods, que en 1944 había estipulado que el dólar serviría de reserva, porque todo dólar sería redimido a razón de una onza por cada 35 dólares, había muerto.
No hubo un nuevo convenio internacional sobre la moneda. Los Bancos Centrales del mundo simplemente continuaron recibiendo dólares para sus reservas, sin poder redimirlos. Las reservas eran simples papeles.
Una vez liberados los Estados Unidos del compromiso de redimir dólares, echaron a andar la máquina de imprimir billetes, y soltaron las riendas a la expansión crediticia. Los dólares en poder de los Bancos Centrales extranjeros, eran como cheques que nunca se cobran. Un bello arreglo, para los Estados Unidos.
Desde 1971 a 1997, los Estados Unidos enviaron a las reservas de Bancos Centrales extranjeros, 1,100,000 millones de dólares (léalo bien: un millón cien mil millones de papeles verdes creados de la nada por su sistema monetario y financiero (la cifra es aproximada, pero la aproximación basta para mostrar el enorme incremento).
En cambio, el resto del mundo tuvo que comprar estas reservas, enviando productos a Estados Unidos. De Estados Unidos al mundo: papeles. De mundo a los Estados Unidos: mercancías.
El efecto sobre los Estados Unidos ha sido proporcionarles una bonanza, bonanza que tuviera cualquiera que pudiera comprar con tarjeta de crédito, sin tener jamás que pagar el saldo, que siempre va en aumento.
Esta es la bonanza de la posguerra de los Estados Unidos, que los americanos creen que se debe a su superior capacidad organizativa y productiva. En realidad, ha sido el cobro de tributo en una escala que hace palidecer al Imperio Romano. Los americanos han tenido pan y circo, a costa del resto del mundo. ¡Con razón están tan contentos!
Su aparente éxito les permite sermonear al resto del mundo sobre la necesidad de transparencia, de sistemas de bancos más abiertos a dar información, sobre la necesidad de eliminar la corrupción y el compadrismo. Pregonan la globalización, que a ellos les conviene porque les permite comprar economías enteras con sus papeles. Por la misma razón pregonan la privatización, que sería buena si no implicara que ellos pueden comprar, no con bienes, sino con papeles, lo que se les antoje, especialmente recursos estratégicos como, por ejemplo, Pemex y Petrobras.
La importación de mercancías ilimitada -la tarjeta de crédito no tiene límite- les permite seguir expandiendo su circulante y su estructura crediticia, pues las importaciones baratas impiden alzas de precios. Han transferido su inflación, al resto del mundo, exportándola en forma de reservas de dólares en Bancos Centrales.
Cuando llegan los dólares a los países extranjeros, sus Bancos Centrales compran los dólares a cambio de sus monedas locales. Más reservas, más billetes. Más billetes y suben los precios; disminuyen las exportaciones baratas a Estados Unidos. El remedio: devaluación. Devaluación para poder seguir teniendo el honor de recibir los papeles de Estados Unidos. La devaluación destruye los sistemas financieros y productivos, porque porque para que no huyan los ahorradores de la moneda devaluada, suben los intereses. México, y ahora Brasil, ejemplos clásicos.
Es curioso que no hay un solo Premio Nobel que haya señalado todas estas anomalías. Y es que con un negocio tributario tan gigantesco, no conviene que se sepan estas cosas.
Privatizar, apertura, globalización, transparencia, lucha contra la corrupción, son las palabras que esconden el propósito: concentrar poder ilimitado, usando billetes irredimibles.
La gráfica muestra que el oro en Bancos Centrales casi no ha aumentado en 50 años: sólo hay 12.3% más oro, en onzas, de las que había en 1948.
De los americanos no podemos esperar consejo alguno que vaya en contra de sus intereses. Determinar cuáles son nuestros intereses y protegerlos, es cosa nuestra. Ellos jamás nos dirán que nuestra situación, cada vez peor, es resultado del sistema monetario que ellos rigen. Dentro de este sistema, no hay esperanza para nosotros. Brasil, la víctima más reciente. Argentina está en la lista. Seguirán Hong Kong y China. Chávez, en Venezuela, fracasará rotundamente. La dolarización, para nosotros, sería la entrega del país.
Necesitamos recapacitar, pronto. Necesitamos reformar nuestro sistema monetario y financiero, para fundarlo sobre una moneda de valor propio, que no dependa del dólar. Y sólo una moneda de plata llena ese requisito clave.