"Desconfían de la revaluación del peso. Temen por fortaleza". (Reforma, lunes 19 de abril de 1999). Estimados lectores: habrán ustedes notado que lo que aquí se lee es fácilmente comprensible. No nos rodeamos de verborrea para confundirlos, como hacen quienes no saben lo que dicen, o como hacen quienes confunden a sus lectores para ocultar la verdad. Aquí hablamos muy claro; no piensen que en la "Economía" todo tiene que ser rebuscado. Las grandes verdades de la vida son sencillas, y así deben expresarse.
Las noticias aparecidas el día de hoy en REFORMA, sección Negocios (pag. 16-A), confirman plenamente lo que hemos venido diciendo: que nuestra economía está atrapada en un círculo vicioso de desequilibrio, a causa de que nuestra moneda, el peso de papel, requiere de dólares para mantener una precaria estabilidad. No tiene la estabilidad intrínseca de la moneda de valor propio, como la moneda de plata o de oro, ni jamás podrá tener estabilidad.
El artículo que mencionamos, por la reportera Sandra Reyes, señala que a consecuencia de que nos va bien, nos tiene que ir mal. No lo dice con esas palabras, pero eso es el significado de su artículo, en el cual cita a Alfredo Coutiño, director de análisis de Ciemex-Wefa: "El primer problema," especificó, "es que una apreciación nominal del peso se traduce en una apreciación real del tipo de cambio, lo cual afecta la competitividad de las exportaciones..."
Esto es exactamente lo que hemos venido diciendo desde hace años, que como nuestro peso depende para su valor, de reservas de dólares, pues necesitamos exportar; y para exportar, tenemos que abaratar nuestras mercancías; y para abaratar las mercancías, necesitamos devaluar el peso.
O sea, en pocas palabras: para tener estabilidad en el peso, necesitamos exportar; pero para exportar, tenemos que tener inestabilidad en el valor del peso.
Esto, ¿no tiene sentido? Precisamente, no tiene sentido. Pero así están las cosas, con moneda falsa, de papel. Y así tendrán que seguir, mientras no reformemos nuestro sistema monetario para adoptar una verdadera moneda, de plata. Nada tendrá sentido, sin esa reforma.
Y ¡todavía se sorprenden que la juventud recurra a drogas para evadirse de la realidad!
La solución: una moneda cuyo valor, tan absolutamente indispensable para 100 millones de mexicanos, no depende de lo que sucede con las exportaciones; porque aunque la exportación es una actividad potencialmente benéfica, no debe volverse actividad primaria del país, sino una actividad secundaria que complemente la economía nacional. Esta moneda tiene que ser una moneda que no requiere de reservas, como lo es la moneda de plata. De otra forma, estamos condenados a exportar tributo a los Estados Unidos.