Sábado, 9 Febrero 2008
Fernando Amerlinck
Una evolución como la de adoptar una moneda de verdad —no de mentiras, como el peso; no de mentirotas como la madre adulterina del peso, el cada vez más bilimbicoso dólar— es tan rotunda y benéfica, que puede calificarse de revolución productiva. Nada concibo más importante para el devenir económico de México, que una moneda verdadera para sustentar su crecimiento y ahorro, y para capotear la nixoniana-bushiana-greenspaniana crisis monetaria, de dimensiones apocalípticas, que se avecina sobre nuestro país y sobre este dolarizado planeta...